FelizmenteMuestra

Yo ayudo.

Gran parte de la propia sanidad se ve cuando dejamos de mirar nuestras propias necesidades y carencias y miramos lo que podemos hacer por otros. Marthin Luther King dijo: “Si ayudo a una sola persona a tener esperanza, no habré vivido en vano”.

Mucho se ha hablado de lo terapéutico que puede llegar a ser el ocuparse de las necesidades de otros. Estas acciones pueden aumentar mi confianza, generar oxitocina (la llamada hormona de la felicidad), darnos sentido de propósito y pertenencia, disminuye el estrés y fortalece los vínculos de nuestras relaciones.

Jesucristo encargó a sus discípulos apoyarse mutuamente, llevar las cargas los unos de los otros (Gal. 6:2) y servirse entre ellos. El matrimonio y la familia son los mejores laboratorios de prueba para evaluar que tan buenos discípulos de Jesús somos. En una manera, cuando ayudamos a los demás no porque se lo merezcan o porque se lo hayan ganado, en realidad nos estamos ayudando a nosotros mismos, estamos trabajando en nuestra propia salud mental, la consecuencia obvia a esto es que seremos personas más agradecidas, menos estresadas, más optimistas y felices.

Preguntate ¿A quien puedo ayudar hoy? Enfocate en tu matrimonio, familia e iglesia son excelentes lugares para brindar tu ayuda, “Compromiso individual hacia un esfuerzo grupal es lo que hace que un equipo, una compañía, una sociedad y una civilización funcionen.” Vincent Lombardi

Oración.

Dios, dame hoy la oportunidad de servir a mi prójimo, con mis palabras, con mi tiempo y con mis manos, empezando desde los más cercanos, sabiendo que cuando hago algo por otros, en realidad lo estoy haciendo para ti, ayudame a servir y ayudar a los que me rodean, en el nombre de Jesús, Amén.

Punto de acción.

Pregúntate ¿A quién puedes ayudar hoy? ¿Qué favor te han pedido últimamente tu pareja o tus hijos? ¿Cómo puedes ayudar en tu iglesia? ¿Qué puedes hacer hoy por tu vecino? Las pequeñas acciones tienen la capacidad de cambiar el mundo. ¡Manos a la obra!