Cuando Dios Usa Un MetepatasMuestra

Hay lugar para la gracia

¡Jesús, estoy dispuesto a ir contigo a la cárcel tanto como a la muerte!

Es la afirmación que un seguro Pedro le hacía a Jesús. Es que antes Jesús le había dicho que el mismo Satanás había pedido “zarandearlos como el trigo”. Jesús se encontraba en los momentos previos a su pasión y estaba dando las últimas instrucciones y preparando a sus discípulos. Judas ya se había ido a hacer lo que debía de hacer y un confiado Pedro estaba ahí, convencido de que estaría con Jesús hasta las últimas consecuencias.

Jesús responde y le dice que, antes de que cante el gallo, Pedro le estaría negando tres veces, a lo que Pedro, casi enojado, responde: “Aunque me sea necesario morir contigo, no te negaré”. Pedro venía siendo uno de los discípulos de más confianza del maestro. Él alcanzó a ver cosas que no todos vieron, como la transfiguración, entre otras cosas, y él sabía su posición. Pero algo había comenzado a pasar. Tenía toda su seguridad puesta en él mismo, en su capacidad de seguir a Cristo hasta la muerte, olvidando que toda la obra buena de su vida solo podría venir del mismo Jesús.

Cuántos de nosotros pasamos por eso. Pensamos, en algún punto de nuestras carreras, trabajos o ministerios, que todo se trata de nosotros mismos, que a través de nuestro talento o de las cosas que tenemos o alcanzamos, somos suficientes. Jesús está ahí, pero, definitivamente, no en el sillón de mando de nuestras vidas.

Lo que aconteció luego desnudó esa característica. Pedro había negado, nada más ni nada menos que al Salvador de este mundo, no solo una vez sino ¡tres veces!

La Biblia nos dice que, cuando cantó el gallo, Pedro “lloró amargamente”.

El devocional del día de hoy es para aquellos que le fallaron a Dios y piensan que ya lo han perdido todo, como estoy seguro que Pedro se sintió. Es para aquellos a los que les duele su pecado y piensan que, simplemente, ya no hay vuelta atrás. Te equivocaste, lo sabes, y eso te carcome todos los días. Es para aquellos a los que, como mencioné, les duele su pecado. ¿Cuánto de tu llamado la culpa ya te ha robado?

Pedro vuelve a pescar (su antigua profesión), tal vez como medio de escape o, simplemente, porque pensaba que ya no iba a ser usado por Cristo. Tal vez, pensaba que su pecado era demasiado grande como para que hubiera una restitución, ya que había negado al Maestro.

En Juan 21, Jesús resucita y hace algo que es tan emocionante. Jesús realiza de nuevo el milagro de la pesca. ¡El mismo milagro que había hecho cuando llamó a Pedro!

Jesús hizo el mismo milagro antes de restituir a Pedro para demostrarle que es capaz de hacer lo mismo. Fue para recordarle que su llamado seguía en pie, que Él no se había rendido con Pedro.

“Pedro, ¿tú me amas?”, fue la frase que sepultó al discípulo en llanto. Él sabía que había fallado.

“Señor, tú sabes que te quiero”.

Capaz ni se animó a decirle que lo amaba, porque sabía lo que había hecho. Luego vino la afirmación más grande de todas: “Apacienta mis ovejas”. Con esta afirmación le estaba dando su llamado. ¡Él sería el líder de la Iglesia después de Jesús! No solo hizo el milagro para recordarle que Él seguía teniendo el control de todo, sino que le estaba diciendo: “Yo te voy a seguir usando”.

Hoy capaz seas de lo que piensan que por las cosas con las que luchas o por como eres, no hay lugar para ti. O, tal vez, fuiste usado por Cristo por mucho tiempo, pero un pecado o la práctica de este te separó de Él. Hoy recuerdas tu primer amor y piensas que no hay más vuelta atrás. Dios nos muestra, a través de Pedro, que seguía importando para Cristo, y que su propósito seguía estando ahí.

Es tiempo de apartarse del mal y volver a Cristo. Dios te está llamando de nuevo, porque siempre hay lugar para la gracia.