Cuando Dios Usa Un MetepatasMuestra
No se trata de aparente perfección, sino de constante disposición
En esta increíble historia, vemos cómo Cristo planea el encuentro con Pedro, lo saca de su propia comodidad y le muestra que no solamente quiere salvarlo sino que quiere hacerlo uno de sus más icónicos seguidores. Pero eso no sucedió de la noche a la mañana.
Muchos de nosotros pensamos que, cuando Dios nos llama, al día siguiente ya vamos a ser personas cambiadas, “super santas y ungidas de Jehová”. Pero no es así. Muchos de nosotros (por no decir la gran mayoría), nos despertamos y no sentimos “nada diferente”. Todo parece igual, pero sabemos dentro de nosotros que ya no es lo mismo.
Amo la primera respuesta de Pedro: “Y dejando todo lo siguieron”. La seriedad con la que tomes tu llamado determinará cuánto creíste a Dios. Jesús tenía algo para Pedro, pero él debía tener una respuesta. Nunca llegaremos a lo que Dios tiene para nosotros, si esperamos que todo nos venga de arriba.
Recuerdo que, un día, un pastor llamó a mi padre para decirle que necesitaba hablar con él porque había soñado con su hijo (este servidor). Mi papá me dijo que quería hablar conmigo. Yo, por mi parte, muerto de miedo, porque esperaba que este pastor le dijera a mi papá mis travesuras, también fui. Cuando finalmente nos reunimos, este pastor le dice a mi papá: “Tu hijo va a ser un buen músico, pero él va a dar que hablar en la predicación”. Recuerdo que dentro de mí se generó tanta duda porque yo nunca había predicado ni a mi sombra. Más aún me sorprendió la reacción de mi papá diciéndome: “Vas a predicar este domingo”. Recuerdo tener una guerra dentro mío entre “yo no nací para predicar” pero “me gusta la idea”. Al fin, accedí. Recuerdo nunca haber estado tan nervioso en mi vida. Dos horas antes del servicio, ya estaba en la iglesia orando para que la unción viniese y se llenara su casa. Faltando 15 minutos para que comience el servicio, llegaron mis padres y nadie más. Pese a que éramos parte de una iglesia pequeña, esperaba como mínimo unas diez personas, pero no vino nadie. Sí, leíste bien. Nadie.
Cuando me subí a predicar, fue uno de los momentos más duros de mi vida. Mi madre, para ayudar a su pobre hijo, respondía con un gran “amén” a todas las afirmaciones que hacía. Recuerdo pensar que Dios nunca me iba a usar, porque yo era de los que se quedaban dormidos, de los que se equivocaban, de los que no siempre sonaban espirituales. Yo no era una persona que se destacaba por ser calmada o políticamente ubicada, pero de algo estaba seguro, me moría porque Dios me usara.
Pedro no pudo ver los frutos de su propósito hasta mucho después. Es más, en varios pasajes, vemos una gran falta de carácter. Pero de algo estaba seguro: Él necesitaba estar cerca del Maestro.
En nuestras vidas, muchos luchamos para que realmente Dios nos pueda usar. Necesitamos demostrar perfección todo el tiempo, pero lo que Dios realmente quiere de nosotros es nuestra disposición, que podamos sinceramente decirle: “Realmente no voy a ser perfecto, capaz que orando me quede dormido o no entienda todo lo que está en la Biblia, pero de algo puedes estar seguro, voy a estar aquí hasta el final”.
Dios no está buscando tu aparente perfección. Dios quiere que te muestres tal cual eres, una persona auténtica, con miles de fallas, pero con algo innegociable: no salir de la cobertura de su maestro.
Así que te animo. No sé por lo que estés pasando. Tal vez, estés cansado de tu mismo pecado una y otra vez. Ir a la gracia no parece tan justo últimamente, o simplemente no pienses que calificas para ser usado por Dios. Pero déjame decirte que Dios te espera en todo tiempo, y que solo hay una respuesta que va a garantizar que vas a estar en el centro de su voluntad: no te desprendas de Él, cueste lo que cueste. Vas a ver que Él va a hacer lo que comenzó en ti. Muchas veces, es tu propia culpa la que más te juzga. Su gracia siempre está y nos llama a entender que lo que más necesitamos es permanecer humildes y dispuestos para que nos transforme en el proceso.
Escrituras
Acerca de este Plan
Tal vez como un daño colateral, siempre se nos transmitió que la fe solamente era para los perfectos, que Dios solo usaba a aquellos que nunca se equivocaban y que estaban casi sin manchas. Que Dios nos usara a nosotros, los que nos quedamos dormidos orando y los que no sentimos el mover del Espíritu, parecía algo imposible. Si eres uno de esos, este devocional es para ti.
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