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¿Quieres ser feliz? ¡Deja de compararte!Muestra

¿Quieres ser feliz? ¡Deja de compararte!

DÍA 3 DE 5

La comparación dentro de la Iglesia.

Este tema es complicado. Sabemos que somos la Iglesia de Cristo, que debemos vivir en armonía y unidad, que cada uno tiene algo para dar y nos complementamos para formar el Cuerpo de Cristo, pero siempre buscamos ser como otro. El maestro de niños quiere ser como el director de alabanza, el líder de un grupo pequeño quiere ser como el músico y el diácono quiere ser como el pastor. Seguimos repitiendo como un cantito que la Iglesia es una, pero pareciera que vivimos intentando dividirla.

La Iglesia es una amenaza para el Diablo, por eso siempre está tentándonos con compararnos, porque como Jesús dijo, él sabe que «… una casa dividida contra sí misma, cae» (Lucas 11:17, RVR1960). El Diablo va a intentar con todas sus fuerzas separarnos para que caigamos y no podamos seguir llevando el mensaje de Jesús.

No permitas que el Diablo te convenza de compararte con otros, ni de desarrollar tu servicio o ministerio en base a las expectativas de quienes te rodean. Él quiere frustrar tu trabajo, quiere que fracases. No le des lugar. Mira solo a Dios, sigue sirviéndole con un corazón correcto y a su tiempo Él te recompensará.

Te invito a leer el capítulo 12 del primer libro de Corintios. El Apóstol Pablo compara la Iglesia con un cuerpo. Al igual que el cuerpo, la Iglesia de Cristo es una sola, pero dentro de ella hay varios miembros cumpliendo diferentes funciones. Por ejemplo, el estómago cumple una función que el corazón no puede realizar, así como las manos cumplen una función que sería imposible que la nariz pudiera realizar. De la misma manera, dentro de la Iglesia, cada uno de acuerdo a los dones que Dios le dio, cumple una función. No hay un miembro más importante que el otro, ya que todos trabajan desde su lugar para lograr que el cuerpo funcione correctamente. Cuando yo como mano no funciono bien, estoy perjudicando al cuerpo y limitando su funcionamiento. Lo mismo sucede cuando un miembro del cuerpo de Cristo no cumple su función porque está comparándose y quiere realizar otra. Si yo como mano quiero ser cabeza, ¿para qué le serviría al cuerpo tener dos cabezas? Sería una complicación porque mandarían diferentes órdenes al cuerpo y se contradecirían entre sí. Además, estoy dejando al cuerpo sin una mano, la cual era muy necesaria. Es por esto, que debemos valorar nuestro don, atesorarlo como algo muy preciado y usarlo para la obra de Dios. ¿Ya sabes cuál es tu don? No desees otro, por algo Dios te lo dio a ti.

Por otro lado, no te vayas al otro extremo y desprecies a quienes tienen un don o ministerio diferente al tuyo. No hay ministerios inferiores y superiores. No es bueno compararnos porque nos sentimos menos, pero tampoco es bueno sentir que hacemos lo que hacemos porque somos mejores que los demás. El orgullo no es algo que a Dios le agrade. Jesús lo deja en claro cuando cuenta la parábola del fariseo y el publicano en Lucas 18:9-14. Ante Dios, todos nos encontramos en la misma condición. No importa tu posición dentro de la Iglesia, ni el título que tengas, ni cuánto ofrendes, ni cuánto tiempo inviertas en el servicio. Ninguno de nosotros somos merecedores de Su gracia y amor. Por ende, no debemos compararnos, sino que cada uno debe rendir cuentas delante de Dios, en cómo utilizó el don que le dio y con qué corazón (intención) lo hizo.

«Entonces, háganme verdaderamente feliz poniéndose de acuerdo de todo corazón entre ustedes, amándose unos a otros y trabajando juntos con un mismo pensamiento y un mismo propósito» (Filipenses 2:2, NTV). Trabajemos juntos en unidad, amando a la Iglesia de Dios y a cada uno de sus miembros.

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Acerca de este Plan

¿Quieres ser feliz? ¡Deja de compararte!

¿Cuántas veces, por buscar la aprobación de los demás, nos perdemos de ser nosotros mismos? No estamos conformes con lo que tenemos y somos, porque anhelamos lo que otro tiene y es. Hasta que no comiences a verte como Dios te ve, no podrás ser feliz. En estos días veremos por qué la comparación es un obstáculo para alcanzar la felicidad, y qué podemos hacer para no caer en ella.

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