Testimonio VerdaderoMuestra
"En La Misma Condición"
Todos fuimos encontrados por Jesús en la misma condición; en pecado, apartados de la presencia de Dios, destituidos de su gloria por causa de la desobediencia que un solo hombre ejerció en su contra "Adán." Por causa de Adán nos hicimos pecado, en pecado nos concibió nuestra madre; estábamos en enemistad con ELOHIM, con ADONAI, con el ETERNO, estábamos apartados de su gracia.
No hay entonces nadie que pueda decir ¡yo no era tan malo, como para que Jesús no me salvara! o ¡yo era muy malo, por eso Jesús me salvó! Todos estábamos en la misma condición delante de nuestro Padre, éramos sus enemigos, hijos de desobediencia, hijos de oscuridad y de perversidad porque las cosas que reinan en las tinieblas eran las que hacíamos. El pecado de la desobediencia ejercido por Adán fue trasladado por su ADN a nuestro ADN y por causa de él todos nos hicimos pecado ante nuestro Padre Eterno, éramos aborrecibles ante Él.
Mientras escribo recuerdo algo: en una ocasión estaba sirviéndole a Jesús a través de una cena que preparábamos para un encuentro de hermanos en una Congregación, algunos mencionaban qué cosas malas hacían antes de Cristo. Recuerdo que una mujer dijo lo siguiente: ¡lo más malo que yo recuerdo que haya hecho, es que le tiraba piedras a la casa de mi abuelita! cuando escuché esto de ella no pude más que sentir dolor por la insensatez de sus palabras, porque significaba que se estaba creyendo demasiado "buena" en comparación a otros que quizá a su parecer, sí tenían mucho por ser perdonados por el Señor. ¡Vaya error! Mientras que en otros momentos también escuché de otros hermanos manifestar lo siguiente: ¡yo hacía cosas abominables a los ojos del Señor! resaltando incluso con orgullo y con jactancia esos recuerdos que ya el Señor arrojó al abismo para olvidarlos. Es decir, en ambos casos es su vivencia la que se resalta por encima del verdadero propósito de la salvación y de la condición despreciable y aborrecible que nos dominaba.
En la misma condición somos encontrados todos por Jesús; cuando Él se revela a nosotros lo primero que sucede es que nuestra oscuridad es confrontada con su Luz. Su Luz alumbra y expone nuestra condición perversa y pecaminosa delante de Dios, haciéndonos conscientes de lo inmerecedores que somos de estar ante su presencia y reconociendo por el arrepentimiento que en el obrar del Espíritu Santo empezamos a vivenciar y que nos lleva a postrarnos en total humillación suplicando su perdón, su salvación y su paz.
Nadie es merecedor de su gracia, a la hora de testificar no somos nosotros los protagonistas, es Jesucristo; alguien totalmente Santo que sin que lo mereciéramos por lo indignos ante sus ojos y ante los ojos del Padre, entregó su vida por nosotros y nos perdonó, nos salvó y nos dio vida eterna; nos selló para ser hijos de Dios y nos hizo parte de la familia celestial.
Escrituras
Acerca de este Plan
Cuando Dios determinó enviar a su Hijo Jesús, para que muriera en un madero por causa de la salvación que por amor de su Nombre quiso entregarnos, lo hizo porque fue su plan, su beneplácito y no porque lo mereciéramos, de ninguna manera. El verdadero testimonio de la salvación cobra valor, en que aún siendo pecadores, Jesús dio su vida por nosotros y nos dio vida nueva por su resurrección.
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Nos gustaría agradecer a Marysela Ocampo O. por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://www.facebook.com/confiadosenJesucristo