Confidencias Del AlmaMuestra

Sufrimiento convertido en oración

Es posible que en algún momento, en medio del dolor, te hayas preguntado algo como: ¿Por qué este sufrimiento, si estoy sirviendo a Dios y, viviendo para Él? O aun más, nos cuestionamos cuando el quebranto ha llegado de la mano de uno de los nuestros.

Allí también, en la agonía, aunque no entendamos, nuestro Dios sigue siendo Dios, permanece atento a nuestra oración, y a consolar nuestro dolor.

Te espero en el lugar de siempre.

Allí, en los campos verdes donde añoñas mi alma,

donde las aguas claras abundan, refrescantes,

y la tierra fría bajo mis pies me incita a correr descalza.

Ven, te espero donde siempre.

Donde Tus versos aquietan mi espíritu,

donde Tus brazos acurrucan mi mente,

donde me meces al ritmo de Tus cuidados.

Ven, ven… ¡Ven!

Que desespero por encontrarnos, y que me cuentes de Tus verdades,

y embelesarme en Tu hermosura, y deleitarme en Tus bondades,

y reírnos a carcajadas de todo y de nada.

¡Ven!

Te espero aquí, donde más te necesito.

Entre la paz y la inquietud;

entre la duda y la certeza;

entre la senda y el abismo;

entre la carne y el espíritu;

entre la vida y la muerte.

Ven. Te espero allí... en el lugar de siempre.

Dios sabe todo lo que ocupa tu mente, y entristece tu corazón. Te invito, sin embargo, a contarle, con detalles, todo cuanto te preocupa o te hace sentir dolor. Luego de cada oración, te invito a meditar en el pasaje de base para la lectura de hoy, y a imaginar cómo Dios te escucha y te recibe, como ese niño pequeño que describe el pasaje, que queda satisfecho en el cuidado de su madre.

Oración:

Dios, solo Tú puedes acompañarme en mis sufrimientos, entendiendo todas mis emociones, y supliendo todas mis necesidades en el proceso. Solo Tú eres capaz de transformar mis dolores en puentes de redención y gozo. Encuéntrame aquí, Señor, donde el dolor ha hecho su cama, y no da visos de salir. Amén.