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Inseparable de Dios

“Seguramente Dios ya no me puede amar, soy demasiado pecador para merecer Su perdón”, “Estoy angustiado, pero mi problema no es tan grande como para que Dios me escuche”, “Nunca siento nada, no sé para que pierdo el tiempo”.

Quizás estas frases u otras similares te las dijiste a ti mismo o se la escuchaste decir a otro. Es que es muy sencillo colocar a Dios a nuestra altura. Creemos que si Él se enoja con nosotros debemos hacer muchas acciones buenas para que vuelva a tenernos confianza. Nos decimos a nosotros mismos que ya no hay otra oportunidad. Hemos caído una y otra, y otra vez en lo mismo. “Ya no tiene sentido orar”. Repetimos:“Seguramente Dios no pueda escucharme otra vez”. Sin embargo el error radica justamente ahí, en creer que Dios es como tu y yo ¿Crees que si Jesus hubiese sido como nosotros, habría dado Su vida para salvarnos, soportando dolores, traiciones, golpes y escupitajos? Nosotros no podemos comprender a Dios y el amor que Él nos tiene. Nada de lo que hagamos puede alejarnos de Él. Ahora, ¿eso significa que nosotros no tenemos nada que hacer? Claro que no. También nosotros debemos esforzarnos para acercarnos más y más a Él. Dios está cerca, pero muchas veces somos nosotros los que nos alejamos. Preferimos dormir hasta tarde, en lugar de ir a la iglesia. O los jueguitos del celu y/o esa serie en Netflix, son más tentadores que leer la Biblia y/u orar un rato. Y después nos quejamos de que Dios no está, o que no nos ayuda, cuando en realidad con pequeñas actitudes vamos distanciandonos cada vez más. En la medida que nos hagamos inseparables de Dios, veremos como Él nos potencia, nos usa y podremos conocer aún mejor Su corazón.