Hasta el silencio es alabanzaMuestra

Guarda tu teléfono (de vez en cuando)

“Mi Padre es glorificado cuando ustedes dan mucho fruto y muestran así que son mis discípulos”. (Juan 15:8)

Hablemos con franqueza sobre nuestros teléfonos. Los teléfonos son geniales, pero no tan geniales.

Los teléfonos pueden alejarnos de donde estamos. Hablo de no estar presente. El teléfono de alguien suena y lo revisa para ver quién llamó; responde un correo electrónico o un mensaje de texto, solo por un momento. De repente está fuera de la habitación. Puede pensar que está allí, pero no es así. Sé que cuando lo hago, estoy a millas y millas de distancia. No puedes hacer dos cosas a la vez, no salen bien. No puedes enviar mensajes de texto o leer un correo electrónico de tus contactos mientras finges escuchar a otra persona. No puedes estar en dos lugares a la vez. (Si había quien lo hacía en los tiempos antiguos hoy no conozco a quien lo haga, ni siquiera con la magia de un teléfono celular).

Decidí hacer un ayuno de celular. Era Cuaresma, el mejor tiempo para hacer un ayuno de celular. No iba a dejar el teléfono por cuarenta días, tenía que ser realista. (Nunca te plantees desafíos espirituales que sean imposibles de cumplir). Lo dejaría durante varias horas al día. Eso es todo. Lo pondría en un cajón o en un bolsillo secreto de mi maletín donde no respondería. No pude dejar de mirarlo o relaciónde buscarlo por más de cuatro o cinco horas.

Fallé. Tristemente.

No puedo deshacerme de mi teléfono, ni mi esposa de su reloj, pero puedo evitar que me controle. "¿Quién está a cargo aquí?" pregunté, “Eres mi teléfono. No soy tu empleado, no estoy obligado a responder a todas las llamadas. Resolvamos esto”.

La meditación sirve para restablecer la relación correcta con las cosas materiales, como nuestros teléfonos o relojes.

Esta es la analogía de Jesús que me viene a la mente (una de las historias más extrañas de la Biblia): Jesús estaba con sus discípulos y notó la higuera que no tenía fruto. No solo la señaló con el dedo y les dijo a sus seguidores: "Oigan, no sean igual de improductivos". Secó al árbol en un instante, lo secó de raíz.

Estamos destinados a deshacernos de lo que no produce frutos en nosotros. No cubras tus fallas de bondad, generosidad y abundancia, no las justifiques; no te acostumbres a ellas, enfréntalas. Elimina a los adversarios, seca al árbol sin higos. Tuve que hacer eso con mi teléfono. Tenía que convertirlo en mi aliado en la fe, no en mi enemigo. Haz más uso de la función “no molestar”. Designa "favoritos" y préstales atención a ellos. ¿Por qué tener algo en tu vida que no produce fruto?

¿Encuentras que los teléfonos han cambiado los hábitos en otras áreas de la vida? Durante los ensayos del coro solíamos levantarnos y conversar entre nosotros en nuestro descanso de diez minutos. Ahora es más probable que revisemos nuestros teléfonos y nos pongamos al día de forma remota. De alguna manera sentimos que tenemos que ver lo que nos hemos perdido en el ciberespacio durante esa primera hora de ensayo.

Ignoro a mi teléfono cuando estoy meditando. Cualquier mensaje puede esperar unos minutos. Podré mirarlo cuando estoy escribiendo en el trabajo, pero no por mucho tiempo. Lograr escribir es el fruto que estoy tratando de cultivar o recolectar; tiene prioridad. Tengo cuidado a quién sigo en las redes sociales, parte de esto es fructífero para mi vida espiritual, y parte no lo es. Deshazte de ese árbol sin higos.

Como dijo Jesús, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por Su causa, la encontrará. Con o sin tu teléfono.

Responde

¿Qué “árboles sin higos” están afectando tu vida espiritual?

Describe un plan para eliminarlos o recalibrarlos para que sean positivos en tu vida.

Oración

¡Señor, muéstrame las cosas en mi vida que me impiden producir fruto!