Cuando Sopla El VientoMuestra
VIENTO Y MUERTE
Todo tiene un comienzo y así mismo hay uno para hablar del viento. Nuestra referencia está en la Palabra de Dios; el manual que nos revela tanto el comienzo, como el final de todas las cosas.
El libro de Génesis nos dice que Dios creó al hombre del polvo de la tierra y sopló en su nariz aliento de vida. (Génesis 2:7)
¿Qué es el soplo de Dios? Le explico: soplo es viento y en hebreo, la palabra es "ruah", la misma tiene dos significados: “aire” y “espíritu”. Aire se usa para indicar soplo, viento, o atmósfera. Y usamos espíritu para nombrar alma, coraje, inclinación, energía, espíritus malignos, etc. El problema surge cuando se intenta traducir esta palabra con doble significado o de forma separada y no como lo que realmente significa.
En la antigüedad se creía que las fuerzas de la naturaleza eran misteriosas, se les reconocía como divinas: agua, fuego, tierra y viento. "Ruah" es uno de esos poderes; significa soplo, fuerza, soplo de Dios, espíritu de Dios. "Ruah" es el viento que procede de Jehová. "Ruah" (viento) es Dios, es el Espíritu de Dios en acción e intervención.
“El viento es la mayor manifestación del poder de Dios.”
El cuerpo de Adán era inerte, o sea que no tenía vida, ni movimiento alguno hasta que Dios sopló aliento de vida sobre su nariz. El "Ruah", soplo, viento, Espíritu de Dios intervino impartiendo vida. El libro de Job lo describe de la siguiente manera: “Si él pusiese sobre el hombre su corazón, y recogiese así su espíritu y su aliento, toda carne perecería juntamente, y el hombre volvería al polvo” (Job 34:14-15).
En otras palabras, tenemos vida por el "Ruah", el Espíritu de Dios que nos provee del aliento para respirar; sin ese aliento solo hay muerte.
El capítulo 3 del libro de Génesis nos relata la caída del hombre; luego de desobedecer el siguiente mandato de Dios: “De todo árbol del huerto podrás comer; más del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.” (Génesis 2:16-17)
La situación fue la siguiente, que la serpiente intervino…
Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Con que Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto? Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal. Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió, así como ella. (Génesis 3:1, 4-6).
Haber escuchado a la serpiente y creído a sus palabras, provocó la desobediencia que desencadenó la maldición sobre la vida del hombre. Y le pareció a la mujer que el árbol era bueno y agradable ante sus ojos, codiciable para alcanzar su propia sabiduría; no la de Dios. Desde entonces, el ser humano vive con una naturaleza caída, que se inclina al pecado y un estado de muerte espiritual. Esta produjo descomposición, que trae todo un sistema de corrupción. Eso es lo que quiere decir la expresión “la caída del hombre”. Esa caída; esa muerte, trajo como consecuencia que la humanidad fuera un cadáver descompuesto ante la justicia de Dios. Esa descomposición ha arrastrado hasta hoy a las generaciones de la tierra, a una naturaleza corrupta. Aunque Adán y Eva seguían “vivos”, realmente fuera del huerto eran cadáveres para los asuntos del reino. No hablo de una muerte física, sino de una espiritual.
La humanidad desde entonces, ha vivido con una postura de independencia de Dios, siendo dirigida por su propia voluntad; haciendo lo que parece a sus ojos bueno, y conduciendo su vida conforme a su sabiduría humana; con oídos tardos para escuchar el viento que trae una nueva vida.
Algunos versos bíblicos nos revelan este hecho:
Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible. (Romanos 1:22-23)
¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo! ¡Ay de los sabios en sus propios ojos, y de los que son prudentes delante de sí mismos! (Isaías 5:20-21)
Acerca de esto tenemos mucho que decir, y difícil de explicar, por cuanto os habéis hecho tardos para oír. (Hebreos 5:11)
Muchas personas, erróneamente piensan que Dios es el causante del sufrimiento del mundo; prestemos atención a Adán y Eva: No había sufrimiento, ni enfermedad en el jardín del Edén. Pero todo cambió cuando Satanás, en forma de serpiente, llegó.
Quizá te preguntes: “Pero si Dios es realmente bueno, ¿por qué dejó que Satanás se saliese con la suya?” Pues bien, mi querido lector, Dios nos creó con esa oportunidad de elección o lo que llamamos libre albedrío. Tú y yo podemos elegir. Adán y Eva oyeron hablar a Dios, también oyeron hablar a la serpiente y escogieron a qué voz responder. Hoy sufrimos las consecuencias.
“La elección es nuestra; no debemos culpar al viento por entrar; si fuimos nosotros quienes dejamos las puertas y ventanas abiertas.”
Acerca de este Plan
La Pastora Glenda Liz Amador, comparte a través de este devocional, un abstracto de su libro Lo Que El Viento Me Enseñó. Conozca la intervención del viento y su acción en nuestras vidas, aun antes de percibirle, escucharle o recibirle... Él tiene mucho que enseñarle... ¿Está dispuesto a escucharle?
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Nos gustaría agradecer a Iglesia Tabernáculo de Evangelización por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://www.iglesiatde.today/misletras-blog