La vida de un líder de alabanzaMuestra

Espero en mi corazón, y le alabo 

¿No me temes? Dice el Señor… Jeremías 5.22 

Tales palabras deben resonar en nuestra mente. ¿Cómo puede Dios recibir nuestra adoración, si no recibimos Su instrucción? 

Cuando abandonamos las aguas tranquilas del Señor que nos mantienen dentro de Su voluntad y elevamos nuestras manos sin someter nuestros corazones, hablamos con nuestros labios, pero nuestros corazones están muy lejos. 

A veces necesitamos que Jesús reprenda las olas dentro de nuestras almas, diciendo: "¡Calla, enmudece!"  Entonces cesó el viento y sobrevino una gran calma" (Marcos 4:39).

Cuando habla, ¿escuchas? Lo dijo dos veces: "¡Calla!" "Estate quieto". El mar no era el problema, Jesús hablaba al temor del hombre, a su vez su temor a Dios". Él dice: "Estad quietos, y sabed que yo soy Dios; exaltado seré entre las naciones, exaltado seré en la tierra" (Salmo 46:10).

El temor del Señor es nuestro refugio y fortaleza. Cuando nos damos cuenta el Dios que Él es; todas las preocupaciones y todos los miedos se revelan como lo que realmente son. Esto no significa que nunca tendremos temores; esto significa que sabemos qué hacer con ellos en Cristo. "Sabed que el Señor es Dios! Él es quien nos hizo, y somos suyos; pueblo suyo somos, y ovejas de su prado" (Salmo 100:3).

Cuando aprendemos a dejar que Dios tenga nuestros corazones, somos capaces de enfocar la mirada de nuestras almas en la soberanía de Dios: Su paz, Su mover y Su seguridad. No hay nada como el poder y la presencia de Jesús para derribar todas las fortalezas, reprender a todas las tormentas y confortar cada fibra del corazón humano. Donde estemos, nos encuentra, por lo que lo veremos más claramente. ¿Estás dejando que te encuentre y te hable? 

Cuando vemos el poder de Dios en nuestra quietud, no podemos dejar de cantar y alabar Su nombre.