Nuestros Hechos Reflejan Nuestro Nuevo Ser.

Dios nos ha regalado el poder de crear. Ese crear es tan poderoso que refleja parte del haber sido hechos a imagen y semejanza de Él. En el principio se relata el poder creador de Dios, desde el Génesis, y esta característica del crear, nos la entregó para que todo lo que hagamos, lo hagamos para Su gloria y honra. Si nuestro hacer lo hacemos en Su nombre seremos personas felices, plenas y completas con cada una de las tareas que hagamos. Imaginemos servir a otros en el nombre del Señor, salir de vacaciones, ser novios, comprar un auto, etc. Todo en Su nombre ¡¡No hay lugar al error!!

Para lograr esto debemos tener bien en claro para quien hacemos lo que hacemos. Lo hacemos para ser visto, para limpiar nuestra conciencia o lo hacemos de corazón verdadero. Sepamos que quien le da a un necesitado le da a Dios. Solo devolvemos algo de lo que Dios nos ha regalado. Todo lo que hacemos es para la gloria de nuestro Señor, y Dios debe ser el centro de nuestros actos. Lo hacemos en el nombre de El Señor.

Nuestro hacer refleja nuestro ser. Si nuestro hacer es interesado, nuestro ser busca el interés. Si nuestro hacer es con condiciones, nuestro ser condiciona la bondad. Si nuestro hacer es escaso, nuestro ser es escaso. Si nuestro hacer es desconfiado, somos desconfiados y nuestro hacer nos perturba. Si nuestro hacer es… refleja…

Nuestro hacer debe tener un propósito, nuestro propósito es el motor de nuestros actos, una vida sin propósito es una vida vacía.

Hacer por obligación no es hacer con un propósito, nuestro propósito nos causa alegría al dar. Si el hacer te causa pereza o cansancio lo que haces lo estás haciendo sin propósito, es solo por obligación.

Nuestras acciones deben estar llenas de agradecimiento, amor, misericordia, abundancia y ausentes del YO.

Necesitamos que nuestros actos reflejen el amor de Cristo en nuestra vida, todo lo que hagamos debe ser en Su nombre para que podamos tomar la vida abundante y victoriosa que Él quiere regalarnos.

Nuestro hacer muestra nuestro ser y nuestro ser se ve reflejado en nuestro hacer. Si Cristo gobierna nuestro ser nuestro hacer será asertivo, bendecido y abundante.