[Apocalipsis: El Retorno] Nuestro Examen FinalMuestra

Transparentes y puros

Esforcémonos por servir al Señor Jesús, pero esforcémonos aún más por examinar nuestro corazón mientras le servimos. Una prueba de fuego para examinar nuestras obras es mirar las intenciones de nuestro corazón. ¿Estamos sirviendo a Dios para que otros lo vean y nos reconozcan como «buenos líderes»? ¿Estamos sirviendo en exceso no solo para servir a nuestro Señor, sino para sentirnos bien con nosotros mismos o para tener una buena conciencia? Es cierto que nuestra recompensa dependerá de cuánto sirvamos, porque un buen siervo sirve mucho, pero debemos analizar si la obra que hacemos con tanta pasión es la de nuestro Señor o la nuestra. A veces, después de haber servido en la iglesia durante muchos años, podemos sentirnos orgullosos de ser tan fieles e incluso sentirnos superiores a aquellos a quienes no vemos sirviendo en la iglesia. Así que nuestras motivaciones cuentan tanto o incluso más que nuestras obras.

Examinémonos a nosotros mismos y veamos si seremos capaces de resistir la prueba del amor. El amor es la prueba más grande y lo que determinará si lo que hicimos fue de valor. Podemos ser profetas o filántropos poderosos, o grandes hombres y mujeres de fe, pero si no tenemos amor, nuestras grandes obras no contarán. Si no somos amables y pacientes, sino envidiosos, orgullosos, egoístas, fáciles de enojar y resentidos, es posible que estemos trabajando y sirviendo en vano. Estas actitudes no nos ayudarán a aprobar nuestro examen final. Recordemos que el amor nunca falla; por lo tanto, podemos sobrellevarlo todo, esperarlo todo, creerlo todo y soportarlo todo.

El rey David nos enseña una oración muy importante en el Salmo 51:10. Le pide a Dios que cree en él un corazón limpio y que renueve un espíritu recto dentro de él. La palabra «limpio» es una palabra hebrea que es difícil de traducir; significaría «quítame todo pecado», aunque ese verbo no existe en español. David está buscando un perdón tan completo que todo lo hecho y la cuestión del pecado pueda ser totalmente eliminado. Debemos esforzarnos por tener un corazón tan limpio que el pecado ya no sea rastreable. Busquemos la convicción del Espíritu Santo, para que el pecado escondido en nuestro corazón, o incluso los pecados que no podemos ver, sean limpiados hasta el grado de que podamos llegar a ser como una copa pura y transparente, una que pueda ser llenada hasta el punto del desbordamiento.

La morada de su Espíritu Santo en nosotros tiene dos propósitos principales: traer convicción de pecado y llenar nuestra copa al máximo para experimentar la plenitud de su gozo. Es su voluntad y deseo que exclamemos: «¡Mi copa está rebosando!». Dios no solo busca un corazón tan puro como una copa transparente; está buscando llenarlo al máximo con su gozo supremo.