Un Lugar Para NacerMuestra

HEMOS VENIDO A ADORARLO 

“Ellos, habiendo oído al rey, se fueron; y he aquí la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño. Y al ver la estrella, se regocijaron con gran gozo. Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra.”  (Mateo 2:9-11)

El nacimiento de Jesús trajo impactos cósmicos. Una estrella especial, profetizada y largamente esperada apareció en el cielo y fue interpretada por los reyes astrónomos. Ellos conocían la profecía judía: “Y tú, Belén-Efrata, que eres demasiado pequeña para aparecer como un grupo de miles de Judá, de ti vendrá a mí el que reinará en Israel, y cuyos orígenes son desde la antigüedad, desde los días de la eternidad". (Miqueas 5:2). La certeza del cumplimiento de la profecía fue tan grande que los obligó a hacer un largo viaje desde el oriente para presentar y adorar al rey nacido.

Es interesante que, suponiendo que tal nacimiento fuera recibido por la gente con celebración y alegría, los reyes fueron a buscar a Herodes (representante del imperio romano en Judea) y, en su palacio, preguntaron por el niño, pero todo fue en vano. Él no estaba allí. Al darse cuenta del error, pronto siguieron su camino persiguiendo la estrella y, cuando encontraron a Jesús en el lugar más improbable del mundo para un rey, lo adoraron.

La adoración de los sabios de oriente era un símbolo del efecto de la venida de Jesús en la humanidad, porque, aunque no eran judíos, le creían y le adoraban. Esto es lo que Juan garantizó que le sucedería a todo ser humano que reconociera a Jesús como el Mesías esperado, hijo de Dios: “El Verbo estaba en el mundo, el mundo por él fue hecho, pero el mundo no lo conoció. Vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron. Pero a todos los que lo recibieron, les dio poder para llegar a ser hijos de Dios, aun a los que creen en su nombre ”. (Juan 1:10-12) 

“A todos los que le recibieron…”. Tú y yo a veces olvidamos el impacto de esas palabras. Como los sabios del oriente, probablemente tú y yo no somos del linaje judío, pero creemos en él y lo adoramos. Decidimos darle la vida y, como esos hombres, fuimos recibidos y aceptados. Nos dio el poder de ser llamados "hijos de Dios". Sí, Dios es nuestro Padre, y cualquiera que crea en Jesús puede llamarlo así, desde cualquier parte del mundo.

Esta Navidad, celebre con su familia la gracia y la misericordia divinas otorgadas a tu vida. Tu salvación es tu mayor regalo. Adora a Jesús, quien hizo de todo esto una realidad para ti y para muchos.