[Globos amarillos] Caín y Abel: Consecuencia y oportunidadMuestra

¿Qué harás?

La historia de Caín y Abel es una narrativa de advertencia, una historia sobre lo que puede suceder cuando nos paramos en una encrucijada y elegimos el camino que se siente mejor en ese momento. La forma en que se auto justifica. Un curso de culpa, amargura y pecado que conduce a la muerte.

Génesis 4:5 dice que el Señor no «aceptó» a Caín ni su don. La palabra «aceptar» se traduciría mejor como «aprobar». Significa elevarse, ser exaltado. Caín quiere ser elevado, quiere aprobación. Desde la perspectiva de Caín, Abel bloqueó su meta, o tal vez Dios lo hizo.

Dios ordena a Caín que haga lo que todos debemos hacer en respuesta a las emociones. Él pregunta: «¿Por qué estás enojado?». Dios no le dice a Caín que reprima sus sentimientos; él los reconoce. Cuando pregunta «¿por qué?» Dios invita a Caín a auto examinarse, a descubrir qué valor está detrás de su emoción.

Dios deja en claro que Caín tiene una decisión que tomar después de reflexionar sobre su corazón. Es una elección binaria. Puede permanecer arraigado en una perspectiva centrada en la culpa o cambiar a la perspectiva de Dios y hacer «lo que es correcto».

Caín puede aferrarse a la ira y exigir su camino, o puede escuchar a Dios y hacer lo correcto. ¿Qué hará?

Tristemente, Caín elige su camino, el camino del pecado. Por lo tanto, el pecado toma posesión. Al decidir su camino, se convierte en esclavo del pecado. Caín elige la amargura y la culpa.

La elección presentada a Caín es la elección que enfrentamos todos los días, varias veces al día. ¿Elegiremos lo que es correcto, la forma en que Dios lo aprueba? ¿O dejaremos que el pecado nos domine? El pecado implica agacharse. Quiere gobernarnos, controlarnos. Nuestro «propio camino» es el camino hacia la esclavitud y la muerte. Afortunadamente, tenemos una opción. A través de la fe en Cristo y por su gracia, podemos gobernar sobre el pecado. En él, podemos elegir lo que es correcto.

Cuando nuestras emociones estallan, nos están haciendo un favor. Nos están diciendo que algo anda mal. Cuando esto ocurre, debemos escucharnos y examinarnos a nosotros mismos, discerniendo cómo alinear nuestras acciones con los caminos de Dios. Entonces podemos descartar nuestras emociones y agradecerles por su trabajo, en lugar de ser gobernados por ellas.