Lucha Para Escuchar Muestra

Humildad y honor

Escuchar requiere humildad. No podemos escuchar verdaderamente a los demás, o a Dios, si suponemos que ya tenemos todas las respuestas. Si vemos la realidad de forma distorsionada, escucharemos de forma retorcida.

La humildad es un reto para los creyentes. La altanería se presenta de muchas formas. Se manifiesta en la fanfarronería agresiva, el egoísmo exagerado o inexacto, y el «pensar más en nosotros mismos de lo que debemos» (Romanos 12:3). Pero la altivez también adopta otras formas

1. silenciarnos a nosotros mismos,

2. acaparar los dones de Dios y

3. negar nuestra responsabilidad.

La humildad es simplemente ver las cosas como realmente son. El honor (el orgullo o la gloria) no es un veneno que hay que evitar. Necesitamos acercarnos al honor con precisión. Necesita estar basado en la Verdad o toda su búsqueda será para satisfacernos a nosotros mismos, en lugar de dar a conocer su nombre.

Demasiado a menudo, neutralizamos nuestras pasiones, apagamos nuestro llamado y silenciamos nuestro carácter porque tenemos miedo del orgullo. Queremos parecer humildes en lugar de serlo. En una conversación, escuchamos lo suficiente como para tomar como rehén lo que otros están diciendo y manipularlo para nuestro beneficio.

Cuando nos alejamos del llamado de Dios en nuestras vidas, del papel que estamos destinados a desempeñar en el Reino, estamos practicando una especie de blasfemia: sofocando la imagen de Dios dentro de nosotros. Cuando nos negamos a escuchar, a aprender y a ser formados por los demás, limitamos su presencia. Escuchar a los demás es el preludio de escuchar a Dios.

La humildad no consiste en erradicar el yo, sino en situarlo en el contexto adecuado. Se trata de buscar la verdad de lo que somos a la luz de lo que es Dios. Buscar la verdad escuchando es un noble acto de humildad.