Con Un Pie AfueraMuestra

No conozco tu dinámica familiar, pero he vivido toda mi vida sabiendo que tengo a mis padres de mi lado y que són mis principales seguidores. Sé que jamás me quisieran ver fracasar, o peor aún, verme maltratada. Odio reconocerlo, pero mis padres con sus buenas intenciones de defenderme pueden llegar a ser perjudiciales para mi matrimonio. Hoy vamos a detenernos para analizar las conversaciones que tenemos con nuestras familias. Aquellas personas que nos conocen de toda la vida, nuestros mayores porristas, y potenciales obstáculos para nuestro matrimonio, realmente pueden llegar a hacer más mal que bien.

Comparto un vínculo muy fuerte tanto con mi madre como con mi padre, ambos son mi caja de resonancia para trabajar en las decisiones difíciles y las luchas en la crianza de los hijos, el matrimonio, la vida laboral, mi fe e incluso lo que voy a cocinar para la cena de ese día. Celebro con ellos todas mis victorias, presumo de lo increíble que puede ser Micah y me desahogo sobre lo frustrada que me siento a veces. Ellos me escuchan, animan, y me direccionan hacia Jesús. Pero algunos días, me prefieren a mí en mi relación matrimonial. Sin saberlo, alimentan el fuego de la frustración y la división en mi matrimonio.

Inmediatamente necesitas evaluar las conversaciones que tienes con los más cercanos a tí. Si estás compartiendo tus sentimientos más profundos, no me cabe duda que confías en ellos y los respetas; pero si no tienen límites saludables en aquellas conversaciones, sus buenas intenciones pueden llevarte a resentir a tu cónyuge aún más, a levantar una coraza de orgullo; y mantenerte a la defensiva. Tal vez enumerar tus quejas a tus padres, a tu hermana, a tu primo(a), etc, no sea la manera de superar los momentos difíciles de tu matrimonio. Especialmente si no están animando más a tu matrimonio que a ti.

La Palabra es muy clara, “dos se harán uno”. Cuando una sesión de desahogo familiar se convierte en una sesión de desprestigio del cónyuge, no sólo estás desprestigiando a tu cónyuge, sino que te estás destrozando a ti mismo(a). Inclusive cuando no te estés refiriendo negativamente, el sólo tomar parte en las conversaciones afecta tus pensamientos y operan endureciendo tu corazón. Tanto tú como tu cónyuge forman una sola unidad que Dios ha formado. Puede que sientas que en estos momentos lo menos que están es unidos el uno al otro, pero hay esperanza en volver al trabajo en equipo mentalmente si decides proteger tu matrimonio de las cosas que te dices, que le dices a tu cónyuge y que le compartes ¡incluso a tu familia!

DESAFÍO: 

Se transparente contigo mismo(a) sobre las conversaciones en las que estás teniendo, en lo que dices o lo que permites que se diga de tu cónyuge. Considera la razón por la que estás haciendo esos comentarios, ¿acaso te hacen sentir que son justificados? ¿levantan tu ego? De ser así, te dejo un pensamiento para recordar: no ves la victoria cuando una persona está más en lo correcto que el otro, sino cuando ambos son capaces de superar el obstáculo juntos.

Oración:

Amado Dios, gracias por la gente maravillosa que has puesto en nuestras vidas. Gracias por la familia que está disponible para escuchar, y aconsejarnos cuando enfrentamos luchas. Hoy oramos por sabiduría para establecer límites saludables en torno a nuestras conversaciones. Ayúdanos a reconocer los momentos cuando empezamos a fallarle a nuestro cónyuge con comentarios negativos que traen división.  ¡Oh Dios, ayúdanos a tener corazones dóciles! Ayúdanos a mirar a nuestro cónyuge con tus ojos. Ayúdanos a luchar por nuestro matrimonio los días que estamos de buena como los que estamos de mala. Fortalece nuestro matrimonio, nuestras conversaciones, y nuestra determinación. Te amamos, y te adoramos. 

Amén