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Las palabras de fe

La fe es una cuestión de decisión. ¿Creer o no creer? Esa es la cuestión. Aquel que cree en la victoria y la promesa de Dios tiene que cambiar su manera de hablar. El hecho de proclamar la promesa divina atrae la bendición de Dios. Este es el secreto de la prosperidad. Dios es un Dios que resucita a los muertos y llama las cosas que no son como si fuesen. Los ojos no ven, y las manos no palpan cosa alguna. Todo está fuera de nuestra experiencia. Aun así, debe llamar las cosas que no son como si fuesen si realmente quiere ser aprobado como un hombre de fe delante de Dios. Aun cuando no lo haya visitado, debe confesar por fe, y decir: “Soy un hombre salvo, mi hogar es el reino de los cielos, soy uno del pueblo elegido por Dios que tiene la ciudadanía en el reino de los cielos”. No podemos decir estas cosas por nuestras propias fuerzas. Pero sí podemos cambiar nuestro lenguaje a través de la fe en la Palabra y en Dios.

Hay un personaje más que conmovió el corazón del Señor mediante la confesión de la boca. Se trata de la mujer sirofenicia. Cuando la mujer se acercó a Jesús pidiendo que sanara a su hija endemoniada, el Señor le contestó diciendo: “No puedo quitarles el pan a mis hijos y darles a los perros. No puedo sanar a una extranjera como tú”. Puede ser que la mujer sirofenicia se sintiera avergonzada. Pero, como si no le importara mucho, le dijo: “Tienes razón, Señor. Pero aun los perros comen de las migajas que caen de la mesa de los hijos”. Al oír esto, el Señor fue conmovido en gran manera. “Mujer, qué grande es tu fe. El espíritu inmundo salió de tu hija”. Hasta hace un instante, Jesús había dicho que no correspondía quitar el pan a los hijos para dar a los perros, pero las palabras de la mujer sirofenicia fueron suficientes para conmover el corazón de Jesús.

Lo mismo sucede con nosotros. Así como la mujer sirofenicia, si queremos experimentar el mundo de la cuarta dimensión, debemos hablar un lenguaje de fe. El pastor John Newton, compositor de varios himnos, dijo: “En el mundo, hay muchos elementos que nos deprimen. Pero el diccionario de la fe no reconoce esa palabra. Lo que para el mundo es frustrante, para el creyente es una señal de que está entrando en la senda de Dios”. La fe no consiste en creer en las circunstancias ni en los sentidos, sino en Dios.