La gloriosa gracia de Dios Muestra

El regalo de gracia de Dios

Las Escrituras hablan clara y repetidamente de la salvación eterna como un regalo que no tiene costo para nosotros. Eso no significa que no fuera costoso para Dios. 

En el sistema de sacrificios del Antiguo Testamento en Levítico 16, el ritual anual de expiación por los pecados de Israel requería un sacrificio. Isaías profetizó que vendría Uno cuya vida sería una ofrenda por nuestro pecado. Juan el Bautista testificó que Jesús era «el Cordero de Dios, ¡que quita el pecado del mundo!» (Juan 1:29). Y el apóstol Pedro declaró que le costó al Cordero de Dios su vida, morir como propiciación, un sacrificio, por los pecados del mundo.

A través de la fe en Cristo, nacemos de nuevo y recibimos el regalo de la vida eterna. Este es el don misericordioso de Dios. Es un regalo, pero no es barato. Proporciona vida espiritual a los muertos espiritualmente.

Santiago, el hermanastro de Jesús que llegó tarde a la fe y al ministerio, habló del nuevo nacimiento como un regalo de Dios: «Todo buen regalo y todo regalo perfecto provienen de… el Padre... Él eligió darnos a luz a través de la palabra de verdad...» (Santiago 1:17-18). El único tipo de regalo que Dios da viene sin condiciones y es totalmente apropiado para la necesidad de aquellos que lo reciben. No se necesitan realizar intercambios o desear el don de Dios. Por definición, un regalo es gratis. No le cuesta nada al destinatario. No nos queda nada que pagar. Jesús lo pagó todo. Nuestra deuda es cancelada (Juan 19:28–30, Colosenses 2:13–14). 

No es de sorprenderse que el apóstol Pablo llamara a la salvación eterna un regalo, no menos de nueve veces en sus cartas (ver Romanos 3:24, 5:15–17, 6:23; 2 Corintios 9:15 y Efesios 2:8). El Nuevo Testamento describe la oferta de salvación eterna como un regalo basado en la gracia incomparable de Dios.