Cómo servir a DiosMuestra

Salir del templo

En el monte de la transfiguración, los discípulos estaban sorprendidos al ver la revelación de la gloria deslumbrante de Cristo. Lo que antes estaba velado por Su humanidad, escondido a la vista de los mortales, irrumpió repentinamente a través del velo con un resplandor translúcido. Los discípulos quedaron paralizados con tan solo un destello. Tenían solo un deseo consumidor: permanecer en aquel lugar por siempre a la luz de Su semblante. Jesús no permitiría nada de eso. Como Señor de la Iglesia, Él ordenó a Sus discípulos que se olvidaran de las tiendas de campaña, que descendieran el monte y salieran hacia el mundo.

El día en que Cristo murió, esos mismos discípulos se escondieron. Se retiraron al refugio del aposento alto, donde se amontonaron con temor. Cuando Jesús rompió los lazos de la muerte fue al aposento alto. En un sentido, Él tumbó la puerta (no tanto para entrar, sino para sacar a Sus discípulos). Su mandato fue que esperaran al Espíritu y luego salieran del templo hacia el mundo.

La palabra que el Nuevo Testamento utiliza para «plaza» o «mercado» es agora. El agora no era solo el distrito comercial, también era el centro de la vida cívica. Estaba rodeado de edificios públicos, tiendas y columnatas. Era aquí donde los niños jugaban y los ociosos holgazaneaban, donde se pronunciaban demandas y se llevaban a cabo eventos públicos. Era público, no privado; era abierto, no secreto; era peligroso, no seguro.

La cuna de la Iglesia era la plaza. Desde la predicación y ministración pública de Jesús hasta los hechos diarios de los apóstoles, la escena central era la plaza.

Coram Deo: vivir delante del rostro de Dios