Cómo conocer a DiosMuestra

Disfrutar de la comunión con Dios

Cuando los discípulos iban camino a Emaús hace veinte siglos, Jesús ocultó Su identidad para que no reconocieran al «extraño» que estaba a su lado. Estos hombres no estaban en un jardín. No había rosas cubiertas de rocío. Pero caminaron y hablaron con el Cristo resucitado. ¿Cómo fue su experiencia? Cuando por fin sus ojos fueron abiertos y reconocieron a Jesús, Él desapareció de repente y ellos se dijeron unos a otros: «¿No ardía nuestro corazón dentro de nosotros mientras nos hablaba en el camino, cuando nos abría las Escrituras?» (Lc 24:32).

Esa es la reacción normal de un humano ante la presencia inmediata de Cristo: corazones ardiendo en nuestro interior. Mi corazón ardería en llamas si pudiera escuchar Su voz. Mi alma explotaría de alegría si pudiera caminar con Él y hablar con Él. Viajaría por el mundo para encontrar un jardín donde Él estuviera presente de manera visible.

Pero la verdad es que no puedo ver a Dios. Ni siquiera puedo ver Su sombra. No deja huellas en la arena ni en el manubrio de la puerta, ni Su aroma en la brisa. Es invisible porque es inmaterial.

Lo que anhelo es una relación con Dios que sea íntima y personal. La gran barrera para la intimidad es la invisibilidad de Dios. Como no puedo verlo, tiendo a dudar de Su presencia. Pero Él está ahí y promete comunión y compañerismo. La herramienta que Él provee para superar la barrera es la oración.

La oración nos provee una manera de tener una comunión íntima con Dios. Aquí es donde encontramos lo que los santos llaman una «dulce comunión mística». No es necesario ser místico para disfrutar de esta dulce comunión. La oración es el acceso a Dios. Él escucha lo que le digo en oración. Él responde, aunque no de forma audible ni con una visión de Sí mismo. Cuando vamos más allá de hablar sobre nuestras peticiones o de traerlas ante Él, entramos en el terreno de la dulce comunión. Aquí penetramos en lo invisible y nos deleitamos en la gloria de Su presencia.

Coram Deo: vivir delante del rostro de Dios

Dedica un tiempo hoy a estar en comunión con Dios.