Con Los Ojos Puestos en Mi Pastor "Jesús"Muestra

¿Realmente Estás Siendo Violentado?

La inmadurez nos puede llevar a tomarnos personal, y más que personal, carnal, lo que escuchamos. El Espíritu de Dios nos lleva a discernir los tiempos y las enseñanzas que recibimos, Él mismo se encarga de hacernos desechar todo aquello que es inservible y que en lugar de edificar nuestro espíritu nos puede llevar a desviarnos con erróneas doctrinas o falsas enseñanzas de los propósitos en Cristo. Además, también nos hace conscientes de la impartición que ejerce quien ministra su Palabra. Es decir, el Espíritu de Dios nos permite discernir las intenciones del corazón, las emociones, lo carnal y todo lo que no corresponde a su voluntad en un momento dado de parte de quien está ministrando, sea a través de la predicación, la oración, el tiempo de alabanza, etc; por eso es necesario tener claridad respecto a lo que sentimos, analizar nuestras emociones, nuestros pensamientos y clarificar realmente lo que puede estar sucediendo. A qué me refiero: la Palabra de Dios nos fortalece, nos levanta y nos consuela; sin embargo, también nos confronta, nos corrige y nos direcciona. Siempre debemos recibir y aceptar lo que escrituralmente nos está entregando el Señor; no podemos dar por menos sus enseñanzas, su instrucción y su corrección. A la iglesia de Cristo le es necesario ser disciplinada y exhortada, y en ocasiones podemos escuchar de parte de Dios fuertes palabras que nos llevan a sacudirnos y quebrantarnos; es algo bueno, es una manifestación de su amor. Es en la Palabra que nos lleva a Cristo en la que siempre nos debemos enfocar. Así que, cuando estemos escuchando o siendo ministrados, preguntémonos: ¿está escrito? ¿por qué Dios me está hablando con palabras tan fuertes? ¿qué quiere que mejore o cambie para agradarlo más? ¿esto que están ministrando me lleva a ser más como Cristo? ¿qué está entregando Dios a su iglesia? ¿qué quiere de nosotros?

¿Realmente estás siendo violentado? Si es la Palabra del Señor y no del hombre, Gloria a Dios, bienvenido al confrontamiento y la corrección; y si es el hombre, gloria a Dios también, porque el Señor usará eso para cimentarte en Él y llevarte a madurar según su carácter. Él te hará saber qué hacer y cómo actuar  en la autoridad, el carácter y la sabiduría que te ha dado en Cristo.