Cautivante: 6 Días De Estudio Para Restaurar Tu CorazónMuestra

La herida y el sanador

Es cierto que a la distancia, la vida de algunas mujeres nos parece perfecta. Pero solo desde la distancia. A menudo tenemos la tentación de compararnos con otras mujeres. Nos comparamos con su aspecto, con su vida, con todo. Podemos disminuir el dolor de nuestras historias personales al conocer a una amiga con una historia mucho más dolorosa. Hacer estas dos cosas es imprudente. Tu vida importa. Tus alegrías y tus penas importan. 

No repasemos las heridas de nuestra vida solo para compadecernos de nosotras mismas, sino con el propósito de que Dios nos sane. Mirar de cerca nuestro pasado no significa culpar a nuestros padres o echarlos debajo del autobús. De hecho, todos necesitamos llegar a un lugar para ofrecer el perdón, con la ayuda de Jesús, a aquellos que nos han hecho daño, sea quien sea. Lo que buscamos es una sanidad más profunda. Para conseguirla, tenemos que ser sinceras.

Dios nos invita a llorar y a recibir su consuelo y luego su sanidad. Pero para ser sanados, debemos dejar que Dios abra tiernamente nuestras heridas y las exponga a su luz, a su amor y a su verdad. 

Cuando Jesús entró por primera vez en la sinagoga para comenzar su misión terrenal, abrió las Sagradas Escrituras y leyó el libro de Isaías. Cuando terminó, proclamó que en ese momento se había cumplido la Escritura. Jesús leyó Isaías 61. 

"El Espíritu del Señor omnipotente está sobre mí, por cuanto me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres. Me ha enviado a sanar los corazones heridos, a proclamar liberación a los cautivos y libertad a los prisioneros," (Isaías 61:1 NVI)

La oferta de nuestro Dios es sanar nuestros corazones rotos y liberar los lugares dentro de nosotras que están cautivos. Todas tenemos el corazón roto. Todas estamos cautivas en diferentes grados. Para recibir la sanidad que Dios tiene para nosotras, debemos llevarle nuestros corazones heridos.