Un Corazón Apasionado

Identifiquemos la leña que enciende el corazón y traigámosla al altar de nuestras almas. Lo que deseo para mí, para ti, para cada hermano y hermana en Cristo, es que el fuego del Espíritu crezca en nosotros y el altar de nuestro corazón arda de tal manera que, haya un fuego continuo que nada ni nadie pueda apagar.

No sólo el corazón que arde en el Señor se beneficia de ese ardor. Un corazón apasionado por Dios hace que ardan otros corazones por el Espíritu Santo de Dios. ¿Sientes que el fuego que ardía es cosa del pasado, estás experimentando desánimo y desaliento? Acércate a la zarza que arde y no se consume. A vidas llenas del fuego del Espíritu, cuyas llamas pueden también alcanzar tu corazón y provocar un gran fuego.

Son intensas y apasionadas las palabras del gran predicador Spurgeon sobre el ardor del corazón. “Necesitamos hombres, (y yo añado mujeres) ardiendo al rojo vivo, que irradien el fuego con tan intenso calor; que no podamos siquiera acercarnos sin sentir que nuestros corazones se están quemando; hombres como relámpagos lanzados de la misma mano de Jehová, despedazando estrepitosamente cada cosa que se opone en su camino, hasta que llegue a su blanco; ¡hombres impulsados por la Omnipotencia!”

Juan Wesley, otro gran siervo de Dios expresó una extraordinaria verdad, acerca de los que enseñan la Palabra de Dios. “Si el predicador está ardiendo, los demás vendrán para ver el fuego.” 

Padre, gracias, porque sabemos que quieres acercarte a nosotros, porque nos has dado tu Espíritu Santo. Gracias,  porque a pesar de nuestra debilidad y en ocasiones negligencia, nos llamas a avivar el fuego en nosotros. Queremos arder en el fuego santo de tu Espíritu, ayúdanos a despojarnos de aquellas cosas que quieren impedir que arda tu fuego en nosotros. En el nombre de Jesús, Amén.