¿Cómo están tus raíces?Muestra
¿ERES HELECHO?
Si tuvieras que ponerte en el lugar de un agricultor, ¿aceptarías?
- ¿Aceptarías sabiendo que debes regar tus siembras todos los días?
- ¿Aceptarías sabiendo que unas necesitarán más del sol que de la lluvia?
- ¿Aceptarías sabiendo que debes protegerlas de plagas e insectos?
- ¿Aceptarías sabiendo que no todas crecen al mismo tiempo?
- ¿Aceptarías sabiendo que debes tener paciencia, tiempo y que muchas veces no lograrás ver buenos resultados?
- ¿Aceptarías sabiendo que si se tuercen en su crecimiento deberás enderezarlas justo a tiempo?
Sabiendo todo esto, ¿aún considerarías este trabajo apropiado para ti?
Hoy leía acerca de una planta ornamental muy popular por ser una de las favoritas en decoración: El Helecho.
Dentro de sus características destaca el nivel de complejidad en su cuidado debido a que necesitan buena luminosidad y riego. Tal vez a simple vista suena sencillo; sin embargo, la cantidad de agua debe ser precisa porque en exceso podría morirse rápidamente, ¡y cuánto más si se la deja secar! Sumándole a esto, requiere de un lugar claro, pero sin sol directo y buena vigilancia para prevenir el indicio de insectos. Además, esta planta puede llegar a alcanzar desde dos hasta quince metros, según la especie. En cuanto a su tiempo de vida puede alcanzar entre diez a cuarenta años y son de rápido crecimiento.
Una vez que hemos aprendido un poco acerca de sus curiosidades debo confesarte que dentro de toda su estructura lo que más llama mi atención son sus raíces. Podemos pensar que a causa de tanta meticulosidad en su cuidado estas tendrían un gran impacto, pero a diferencia de todo lo demás, son pequeñas y superficiales. Y pese a que es una elección predilecta por sus interesados, basta una mala condición ambiental para que declive y perezca.
Semejante a esta realidad podemos comparar nuestra creciente vida cristiana desde sus inicios cuando apenas éramos niños espirituales, hasta el nivel donde nos encontramos ahora. Otro ejemplo de esto es cuando Pablo le hace una especial recomendación a su fiel discípulo Timoteo: “¡Aviva el fuego del don de Dios que está en ti!" (2 Timoteo 1:6), porque había estado experimentando sufrimientos y temores durante su labor pastoral.
Amado lector, esta exhortación nos permite entender que ninguno de nosotros, ni siquiera los grandes hombres de Dios estaban exentos de encontrarse cara a cara con el desánimo y la pereza, los cuales lastimosamente tienden a llevarnos al descuido de nuestras poderosas armas espirituales (Efesios 6:10-20).
Por tanto, la metáfora del helecho nos anima a ser esforzados y a concentrarnos en todo lo verdadero, lo que es respetable, lo justo, todo lo que es digno de alabanza (Flp 4:8); y volver a encender lo que poco a poco se había ido apagando por nuestro descuido.
Ten presente que para avivar el fuego es preciso suministrar combustible y lo que no se utiliza tarde o temprano acarrea óxido. Sé pues, diligente como el helecho que, aunque sus raíces sean superficiales y no produzcan semillas basta un retoño (es decir, una acción) para que empiece a multiplicarse.
Es por eso que hoy te animo a examinar cómo está el fuego de tu interior: ¿Sientes que arde como los dos discípulos camino a Emaús o es como un témpano de hielo? Si has respondido lo segundo no desatiendas este llamado de alerta. Es mi deseo que vuelvas a avivar el fuego de Dios depositado en ti y que esta llama sean tan, pero tan viva, como la manifestación de un incendio.
Un abrazo fraterno,
Angie Sevillano.
Escrituras
Acerca de este Plan
Las raíces constituyen la parte vital de un árbol no solo por servirle de sostenimiento sino también por proveerle agua y alimento. Así mismo sucede con nosotros, mientras más cimentados nos encontremos con la fuente de vida eterna, mayores probabilidades habrá de hacer nuestra la victoria. Por tanto, hoy quiero preguntarte algo muy importante: ¿Cómo están tus raíces?
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Nos gustaría agradecer a Angie Sevillano por proporcionar este plan. Para más información visite: https://www.instagram.com/angie.sevillan