Deléitate en Su PaternidadMuestra

Habla con Él confiadamente.

Tenemos claro que Jesús, el Hijo de Dios, fue suficiente sacrificio, la ofrenda perfecta y agradable que era necesaria para quitar toda barrera que nos impedía acercarnos a Dios. Por eso debemos estar siempre agradecidos, por poder gozar de tal libertad y no podemos dejar pasar por alto tan invaluable honor. Te invito sin importar lo que puedas estar enfrentando en estos momentos a que hagas una pausa y decidas hablarle a PAPÁ, al Dios y dueño de tu vida, a tu Creador. ¿Qué sale de tu corazón? ¿Qué le quieres decir? Quizá necesitas un abrazo de su parte, una palabra de consuelo; tal vez, necesitas confirmar que no estás solo, que Él siempre está contigo. Basta con que te dirijas hacia Él y le hagas saber cuánto lo amas, cuánto dependes de Él y cuánto lo necesitas para fortalecerte.

Habla con Él, confiadamente, deja lo que puedas estar haciendo a un lado y deléitate en su presencia. Hazlo, una y otra vez, día tras día y te darás cuenta que Él es la mejor compañía que puedes tener en todo tiempo y en todo lugar. No solamente puedes hablarle cuando te congregas o cuando estás estudiando su Palabra. Háblale constantemente, dile cómo te sientes, qué sientes por Él, qué necesitas de Él. Pregúntale también qué opina de lo que estás haciendo en este momento, qué quiere que hagas para Él, a dónde quiere que te dirijas y con qué propósito; pídele que te guíe en su sabiduría para que puedas agradarle, dile que sin Él no quieres ir a ningún lado, que nada de lo que tienes pendiente por hacer puede ser un éxito sin su gracia. Hazle saber que eres nadie sin su presencia, sin su Hijo Jesús y sin la dirección de su Espíritu; hazle saber que deseas ser guardado bajo su sombra protectora te sientes seguro y confiado. 

Hay tanto por decirle, por agradecerle y por pedirle; lo necesitamos como al mismo aire que respiramos. Somos sus hijos y como hijos sólo en Él nos sentimos protegidos, plenos y amados.

No dejes pasar el tiempo sin hablarle, no es lógico que seas su hijo y te alejes de su presencia; no es lógico que hayas experimentado su amor y no quieras estar aferrado a Él cual niño recién nacido en brazos de su padre.