Vibrante: Una vida de adoraciónMuestra

Las palabras de Pablo en Filipenses 4:6-7 no son una simple sugerencia; él en verdad ruega a todos nosotros quienes no identificamos como cristianos no preocuparnos por nuestras circunstancias o por lo que vemos con nuestros ojos naturales. Pablo nos está recordando con fervor no permitir que los sucesos en nuestras vidas nos lleven a ataques de ansiedad o provoquen un colapso nervioso. 

¡Como cristianos, creer en Dios es lo que mejor hacemos! Creemos que Dios es capaz de hacer que todas las cosas obren para nuestro bien y para Su gloria. Estamos invitados a regocijarnos, ¡pero se nos advierte no preocuparnos!

Oración es un palabra íntima e implica una dulce cercanía con el Padre. No pases otra larga noche despierto preocupándote, sino deléitate en las facetas de Su carácter. Goza del Padre y permanece cerca de Él en todo momento.

Existe un beneficio que comienza y nos lleva directamente a un resultado cuando aceptamos la invitación del Espíritu Santo para rechazar la ansiedad y orar, suplicar y agradecer eternamente.

La paz de Dios anulará todo pensamiento humano que tengas y actuará como defensa contra todos los problemas de la vida. La paz que recibimos del Padre no se basa en nuestras circunstancias, sino en Su carácter. Él es el Príncipe de Paz. 

La paz que es nuestra a través de Cristo no viene por circunstancias perfectas ni serenas, sino que es una paz que gobierna en nuestros corazones cuando reconocemos tranquilamente que Él hace que todas las cosas obren para nuestro bien y Su gloria. (Lee Romanos 8:28.) Es una paz que nunca se nos da sin Su presencia.

Tu mente es el comando central para cada área de tu vida. Tu mente controla las funciones y el sistema corporal y tus patrones del habla. ¡La paz de Dios es más poderosa que lo que alguna vez pudiera ser tu cerebro! ¡La paz de Dios es tan superior a tu mente que le dice a tu mente que se tranquilice y esté en calma!

Cuando dejas el mal hábito de preocuparte y comienzas con la deleitable disciplina de regocijarte, orar, suplicar, y agradecer, recibes el tesoro más valioso de tu vida entera: ¡la paz de Dios!