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Libertad para fallar

Algo que me admira acerca de Dios es que Él permite que las personas fallen. Nos hizo nacer como niños pequeños que no pueden caminar ni hablar, ni siquiera usar el baño correctamente. Debemos aprenderlo todo. Ese aprendizaje lleva tiempo, y Él nos hizo así para que dependamos de Él, de nuestros padres y de los demás. Todo está diseñado para que lo intentemos una y otra vez hasta que finalmente lo hagamos bien. Y durante ese tiempo Dios es infinitamente paciente.

Me gustan los pasajes de las Escrituras donde Jesús les enseña algo a los discípulos, diciendo: “Quiero enseñarles a pensar diferente acerca de la vida". Caminaron con Él durante años y algunos de ellos no aprendieron todo lo que necesitaban saber hasta que Él regresó al cielo. Sin embargo, aunque tardaron en aprender, todavía se referían a sí mismos como sus amados. El fracaso es parte del proceso, y no solo está bien; está mejor que bien. Dios no quiere que el fracaso nos apague. Dios no hizo que fuera algo así como que después de tres fallas estás fuera. Por el contrario, se trata de cómo nos ayuda Dios a intentarlo nuevamente para que podamos hacerlo mejor. Y todo ello sin llevar un registro meticuloso de nuestros errores.

Las cosas que salen mal pueden moldearnos o dejarnos cicatrices. Algunas cosas me han salido bien en la vida, otras no tan bien; tal como a ti. Son más las cosas con buen resultado que las que han salido mal; no trato de llevar la puntuación porque ahora tengo una forma diferente de medir esas cosas. Dios nos encuentra en nuestros fracasos y en nuestros éxitos, nos dice que mientras solíamos pensar de cierta manera acerca de algo, Él quiere que ahora pensemos sobre lo mismo de manera diferente. Y en mi caso, me he dado cuenta de que antes tenía miedo de fracasar en lo que realmente me importaba, pero ahora le temo más a tener éxito en las cosas que no importan.