Los tres corazonesMuestra

El corazón egoísta (Lucas 10:31-32 TLA).

Este segundo corazón es la descripción más cruel, pero realista, de aquellas personas que concurren fielmente a las iglesias y creen que son buenos porque no hacen mal a nadie. A la mayoría les va bien en la vida, tienen una linda familia, tienen éxito en sus proyectos y hasta van a la iglesia y colaboran económicamente y con su tiempo para llevar adelante la obra. Sus canciones favoritas tienden a repetir “lléname”, “bendíceme”, “tócame”. Todo termina en una acción de Dios hacia sus vidas. Entonces, cuando oran, vuelven a repetir la fórmula: “Te pido por mi casa, mi familia, mi estudio”. Ellos se convierten en el centro del mundo, y hasta Dios mismo cumple la función de la lámpara de Aladino que frotan para que Él cumpla sus deseos. Pero ¿qué pasa cuando alguien les pide ayuda sorpresivamente y eso implica que sus planes cambien drásticamente? Con seguridad, siguen de largo porque están ocupados en que Dios siga bendiciéndolos.

Junto a mi esposa Lali, recibí de parte de Dios un entrenamiento muy intenso para moldear nuestras vidas. Cuando nos casamos, decidimos ser familia de aquellos que no tuvieran la posibilidad. Dispusimos una habitación en casa para chicas que hubieran padecido situaciones de abuso y violencia. Casi treinta jóvenes han vivido junto con nosotros. En ocasiones, tuvimos hasta familias enteras viviendo en nuestro hogar.

Atravesamos dificultades muchas veces, nos han robado y hasta nos han calumniado, pero nunca nos faltó una sola moneda para vivir. Mis hijos se criaron amando a otros, sabiendo que nuestra misión en la vida es compartir, y aprendieron que Dios se ocupa de prosperarnos y darnos todo lo necesario. 

Aprendimos a compartir lo poco que teníamos, a llorar, a reír, a abrazar, a soñar y a creer que, si nuestro corazón egoísta se hacía añicos con nuestra vida diaria, seguramente seríamos más parecidos al buen samaritano que al corazón de los ladrones. El corazón egoísta muere cuando los ojos y el corazón se fijan primero en el otro y luego en ti mismo.