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Capítulo 8: compartir la sabiduría de Dios

Tercer discurso de la Señora Sabiduría

En marcado contraste con la historia de seducción malvada del capítulo 7, el capítulo 8 incluye un hermoso poema de la Señora Sabiduría para el lector. Si bien ambas mujeres buscan compañeros, no podrían ser más diferentes. Así como la adúltera habla desde las sombras, la Señora Sabiduría habla desde "las alturas" (versículo 2); la mujer malvada usa palabras engañosas, pero la Señora Sabiduría "habla cosas nobles" (versículo 6). Este contraste sirve para aumentar nuestro disgusto por la primera y nuestra admiración por la segunda.

En los versículos 1-3 la Señora Sabiduría es presentada. Durante el resto del capítulo, ella habla elocuentemente sobre lo que tiene para ofrecer. Su monólogo, sin embargo, no tiene lugar delante de una audiencia cautiva. Más bien, camina por el camino empedrado de la vida, llamando a aquellos que sean lo suficientemente valientes como para escucharla.

El discurso poético de la Señora Sabiduría está lleno de sentimiento y de fuerza. Leerlo es caer bajo su influencia. Es rítmico, apasionado y persuasivo. En los versículos 4-21 insta al lector a escuchar las palabras de su boca, porque son mejores que la plata, el oro o las joyas. Sus palabras también tienen un legado de honor: "Tengo perspicacia, tengo poder", promete, "por mí reinan los reyes". Y como si esto fuera poco, los versículos 22-31 rebobinan las cintas de la historia y vemos que junto al Creador estaba nada más y nada menos que la Señora Sabiduría. Dios utilizó la sabiduría cuando construyó nuestro extraño y maravilloso mundo, y ella se regocijó en la obra de sus manos.

¿Quién puede compararse con la Señora Sabiduría?

En los versículos 32-36, la Señora Sabiduría concluye su poema. Ella se dirige a los hijos del padre como si fueran suyos y les dice: "El que me halla, halla la vida". ¿Estás "velando a sus puertas día a día"? Deja que sus palabras tengan pleno dominio sobre ti.