VENCEDORES CON EL FRUTO DEL ESPÍRITUMuestra

 Templanza: La restricción que libera 

  En Gálatas 5:19-21 Pablo describe las obras de la carne, y todas tienen una cosa en común: rechazan la restricción y abandonan decididamente la templanza o dominio propio. Es la templanza la que nos empodera para negar la seducción del mundo, desafiar los deseos de la carne y resistir las tentaciones del diablo. Pero no se detiene ahí, ya que a medida que este fruto madura y alimenta nuestra alma, nos alienta para caminar en el Espíritu, y así, oponernos a las obras de la carne.

Seamos claros: no somos nosotros los que resistimos las obras de la carne, sino Dios, el Espíritu Santo en nosotros, ¡ejercitando su templanza y su señorío sobre nuestra vida! Dios quiere que su pueblo sea sin tacha. Son redimidos; por lo tanto, que vivan vidas redimidas. Son hechura suya, que se muestren como tales. Son nuevas criaturas; por lo tanto, que actúen como tales.

La templanza es esencial en el cristianismo, ¡un distintivo! Sin ella, los apetitos de la carne irrumpen y sitian nuestra vida como describe Proverbios 25:28: “Como ciudad derribada y sin muro es el hombre cuyo espíritu no tiene rienda”. Somos literalmente hijos de Dios en lugar de hijos de los hombres. Y a medida que andamos en el Espíritu, podemos vivir en el nivel de lo sobrenatural en vez de lo natural, siguiendo lo espiritual en vez de los deseos carnales, porque vivimos en el Espíritu en lugar de la carne. Pablo nos amonestó, diciendo: “Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne” (Gálatas 5:16). Cuando lo hacemos, el dominio propio del Espíritu será fragante y fuerte en nuestra vida, frenando a la carne con sus pasiones destructivas, y liberando el poder y la vida de Dios para que podamos “trabajar mientras sea de día”.