[Serie Realidades del nuevo pacto] Parte 1 Muestra

Los hijos de Dios 

En Éxodo 4:23, la nación de Israel es una sombra de la iglesia en aquella realidad. Cuando Dios se refirió a «deja ir a mi hijo», veía a una nación. Al hablarle al faraón dijo: «voy a matar a tu primogénito» se refería a todos los primogénitos. 

Somos el Hijo. Es un Hijo corporativo y cada uno es una parte del cuerpo. Cristo es la cabeza y nosotros somos su cuerpo. Somos la manifestación gloriosa de ese Hijo a quien el Padre dijo: «este es mi Hijo amado en el que me complazco». En un tiempo, esa gloria estaba en Jesús hecho carne; hoy es un Hijo corporativo, fue impartido en un sinnúmero de personas que creemos en esta gloria y formamos al hijo. Somos la expresión máxima de esa gloria. 

Observamos, en Éxodo 4:30, que el pueblo creyó; era un avance porque personas que no tienen fe, que no creen la Palabra y lo que Dios hace no avanzan. Hay una mentalidad de pobreza que debe ser erradicada de la vida de los hijos de Dios, pero necesitamos creer. No necesitamos ser millonarios, esas son fábulas usadas para manipular a las personas. Dios quiere sacarte el espíritu de pobreza que no deja que avances. 

Hasta ese momento, Moisés no tenía ningún tabernáculo, su ministerio operaba sin una estructura religiosa. Tenían un ministerio y Dios mandó a Moisés a darle un mensaje al Faraón (al presidente de la nación más poderosa del mundo). Nuestra función no es hacer reuniones lo domingos, eso es religión. Pensamos que no tenemos autoridad, cuando Pablo dice que parte de nuestra función es enseñar a las autoridades la sabiduría de Dios y lo que necesitan saber para resolver las problemáticas sociales. No lo creemos, pero así es, y cuando se levante una generación que lo crea vamos a hacer la función a la cual Dios nos llamó. 

El original de Éxodo 5:1 dice: «deja ir a mi pueblo a que me celebren», no para hacer una fiesta sino celebrar a Dios, a disfrutarlo. Tenían años siendo esclavos y perdieron la habilidad de celebrar al Dios de la vida. Aun en el desierto, si conoces a Dios, puedes celebrarlo, pero ellos no conocían la vida de Dios. Para disfrutar de Dios no necesitas una condición especifica. Lo que causa que disfrutes la vida no es lo que haces o tienes sino aquello que eres en Él. 

Reflexionemos

¿Disfrutas a Dios a pesar de las circunstancias temporales?