Dar y Perdonar Muestra

 La generosidad y el perdón son dos de las invitaciones más radicales que hiciera Jesús a sus seguidores. “Denle comida al hambriento, vistan a los pobres y bendigan a los necesitados”, en otras palabras, comparte con el que no tiene (Lc 3:11). En la economía de Dios la generosidad marca el palpitar de su corazón, hasta el punto que Jesucristo es el mayor ejemplo de generosidad. El Rey de Reyes y Señor de Señores, el Soberano del Universo y de la creación decidió hacerse pobre, para que tú y yo fuéramos enriquecidos espiritualmente.

En el ejemplo de Jesús, la generosidad es la virtud que nos conduce a dar y darnos a los demás de una manera constante, firme y decidida; buscando el bienestar del otro y poniendo a su servicio lo mejor de nosotros mismos. Sin duda, el mayor acto de generosidad es amar a nuestro prójimo: “el que está más cerca de mí” por encima de sus errores y flaquezas.

Por lo general, las personas genuinamente generosas son las que se han esforzado por superarse. Este tipo de personas poseen la capacidad de ser generosas porque son testigos de primera mano de la gracia que Dios les proveyó para superar sus fracasos.

Logramos ser generosos como el ejemplo de Jesús, cuando vencemos nuestro egocentrismo, salimos de nosotros mismos y experimentamos la felicidad que proporciona el poder de bendecir a los demás.

Vivimos la generosidad cuando damos con alegría, compartimos de buena manera y damos algo que es valioso para cada uno de nosotros, no lo que nos sobra o ya no usamos. Cuando simplemente ayudamos de forma espontánea sin que nadie nos lo pida y sin esperar nada a cambio, entonces vivimos la generosidad.

Razón tenía el Apóstol Pablo cuando dijo: "Con mi ejemplo les he mostrado que es preciso trabajar duro para ayudar a los necesitados, recordando las palabras del Señor Jesús: “Hay más dicha en dar que en recibir”.