Dar y Perdonar Muestra
El perdón es el alma del Evangelio. No podemos experimentar la paz de Dios a menos que primero hayamos recibido su perdón.
El perdón es una de las lecciones centrales de la vida y de las enseñanzas de Jesús, y a la vez juega un poderoso rol en la salud espiritual y emocional de toda persona que ha decidido seguirlo a Él.
Cuando tomamos la decisión de perdonar a alguien que nos ha hecho daño, compartimos la misma esencia de amor con la que Dios nos perdonó por nuestros pecados sin merecerlo. Sin perdón, nuestra alma se llena de resentimiento. Es posible que el otro haya obrado mal en determinada circunstancia y tú no, pero al no perdonar, de alguna forma terminamos en la “”Rueda de Hámster” debido a que todos en algún momento hemos lastimado a alguien. La Biblia nos asegura que justo no hay ni siquiera uno.
Al final todos tenemos las mismas inclinaciones. Si nos molestan las faltas o pecados de otros es precisamente porque nos están recordando nuestras propias fallas y pecados. Escoger no perdonar a alguien es como tomarse un poderoso veneno y esperar que la otra persona muera.
En una prisión de máxima seguridad, es el guardián el que tiene la llave de cada celda. Pero en lo más recóndito de nuestra alma, en el calabozo donde decidimos, movidos por dolor, frustración o ansiedad, poner bajo custodia a las personas que nos han lastimado, somos nosotros mismos los que tenemos las llaves para dejar libre al cautivo, por lo tanto, el perdón termina siendo una decisión personal.
El evangelista Marcos nos dice que Jesús solía comer con pecadores y cobradores de impuestos, pero rechazaba de forma radical a los hipócritas que falseaban la verdad y eran crueles con los débiles; Jesús rechazaba esta actitud para que pudieran tener una oportunidad de arrepentimiento y un cambio de mentalidad, porque hasta que no pudieran ver con compasión a los demás, incluso a los pecadores y cobradores de impuestos, no podrían amar como Jesús ama.
Lo anterior me recuerda la oración de un devoto peregrino: “Señor, te pido perdón por mis tres mayores pecados: ante todo, por haber peregrinado a tus muchos santuarios olvidando que estás presente en todas partes; en segundo lugar, por haber implorado tantas veces tu ayuda olvidando que mi bienestar te preocupa más a ti que a mí; y, por último, por estar aquí pidiéndote que me perdones, cuando sé perfectamente que nuestros pecados son perdonados en tu gracia todo el tiempo”.
Un día Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: “Señor, ¿Cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano que peca contra mí? ¿Hasta siete veces?—No te digo que hasta siete veces, sino hasta setenta y siete veces —le contestó Jesús— (Mt 18:21-22). Las setenta y siete veces a las que se refiere Jesús implica estar dispuestos a perdonar siempre.
Acerca de este Plan
La generosidad y el perdón son dos de las invitaciones más radicales que hiciera Jesús a sus seguidores. En la economía de Dios la generosidad marca el palpitar de su corazón, hasta el punto que Jesucristo es el mayor ejemplo de generosidad. El Rey de Reyes y Señor de Señores, el Soberano del Universo y de la creación decidió hacerse pobre, para que tú y yo fuéramos enriquecidos espiritualmente.
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Nos gustaría agradecer a Conociendo a Dios por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: http://conectar.conociendoadios.net