Una Vida ResistenteMuestra

Rodeados de las personas correctas

Muchas veces no nos damos cuenta de lo importante que es rodearnos de personas que nos animen, levanten y vean el potencial que Dios depositó en nuestro interior. Una vida firme se construye edificando sobre los planos adecuados, desaprendiendo lo viejo para aprender lo nuevo, depositando lo bueno en nosotros y rodeándonos de las personas correctas. 

Es importante entender que no toda voz debe ser escuchada, no todo libro debe ser leído, no todo podcast debe ser descargado. Tenemos que ser intencionales a la hora de abrir las puertas de nuestro corazón, rodearnos siempre de las voces correctas. 

Las amistades firmes son aquellas que van a inspirar tus sueños y hablarán vida sobre tu futuro; personas que siempre te empujarán a ser mejor, y que creerán cosas grandes junto contigo. Son las personas que, en el camino, cuando te sientas cansado, te levantarán y te recordarán tu propósito.

Si te rodeas de la gente incorrecta, de aquellos que buscan aplastar tus sueños, que hablan de una manera negativa sobre ti y la situación que te rodea, tu vida no sólo será limitada, sino que tampoco será resistente.

¿De quién te estás rodeando? ¿A quién estás escuchando? 

No te juntes con gallinas cuando Dios te llamó a volar como águila. 

Algunos de mis amigos son personas de fe que trabajan en la industria del deporte, el ámbito empresarial o artístico. Y he escuchado incontables historias en las que la voz de la religión les dijo que su carrera no tenía valor ante los ojos de Dios. Por eso trato de hacer totalmente lo contrario con esas personas, me aseguro de hablar vida sobre sus sueños. 

Hoy quiero decirte también a ti: ¡Puedes brillar en el entorno en que te encuentres, sea cual sea! No solo puedes, sino que Dios te llamó a hacerlo y te posicionó donde estás para que en ese entorno puedas ser las manos y los pies de Cristo. Dios nunca te va a usar de una forma opuesta a cómo te diseñó. 

Rodéate de las personas correctas para vivir una vida resistente. 

El lobo soplará y puede que nos movamos un poco, pero no vamos a caer. La tormenta se levantará y puede que nos mojemos un poco, pero no nos vamos a ahogar. El horno de fuego se encenderá y puede que tengamos un poco de calor, pero no nos vamos a quemar. 

¿Por qué? Porque sabemos dónde estamos parados: en Cristo Jesús, el Rey de reyes y Señor de señores, que nunca falló y nunca lo hará.