Venciendo El MiedoMuestra

¡Que miedo!

Imagina que vas caminando en la noche por una calle oscura, desolada y silenciosa. De pronto, en milésimas de segundos, escuchas un ruido detrás de ti y ves una sombra. Automáticamente, tu cerebro comienza a enviar señales al resto de tu cuerpo, desatando una respuesta ante el peligro que sientes cerca. Comienzas a temblar, sudar y tu corazón late cada vez más rápido, te detienes, te paralizas, no quieres voltear a ver porque comienzas a imaginar que podría ser un asaltante, si te hará daño o si es un animal salvaje que quiere atacarte. Cuando volteas a ver, te das cuenta de que es un amigo que quiere saludarte y acompañarte hasta tu casa. Vuelves a respirar tranquilamente, sentir alivio y dices ¡gracias a Dios! que no fue nada de lo que te imaginaste. 

Sentir miedo es inevitable cuando atravesamos valles de sombra y muerte, cuando vivimos situaciones difíciles, de incertidumbre y confusión. La angustia que llegamos a sentir en nuestros corazones en momentos de oscuridad, como palpitaciones en nuestro pecho, falta de aire e incluso nos ha quitado el sueño. Y la ansiedad puede apoderarse de nuestra mente cuando imaginamos escenarios catastróficos, aunque en la realidad no están sucediendo, pero inmediatamente nos hace perder la esperanza que todo va a estar bien.  

La oveja es uno de los animales más indefensos que existen y su única forma de defensa es correr. Muchas veces nos hemos sentido como una oveja indefensa ante las dificultades, inevitablemente sentimos miedo, angustia y ansiedad. El Salmo 23 nos llena de esperanza al saber que Dios es nuestro Pastor, que cuida de nuestra vida en todo momento. Él renueva nuestras fuerzas, nos infunde aliento y nos da la victoria contra cada una de estas emociones que nos han robado la paz y la esperanza.