[Serie Nuestra historia–Un repaso bíblico para católicos] Las epístolas a las iglesias y el ApocalipsisMuestra

1 y 2 Pedro – el evangelio, esperanza contagiosa

No sé si alguna vez te ha pasado que, al entrar en una oficina, negocio o hasta en un medio de transporte público como el metro, sientes una sensación de pesadez, tristeza o como algunos dicen, mala onda o mala vibra. Sientes que el peso de los pensamientos de toda la gente que está a tu alrededor se transforma en una pesa de 100 kilos sobre tus hombros y todo se vuelve gris. 

¿Y qué pasa si llega alguien con una sonrisa o un grupo de personas que están festejando algo comienza a reír fuerte? ¿Qué sucede si alguien comienza a cantar o comienzas a escuchar música? El ambiente cambia por completo. El peso se va y la atmósfera se vuelve cada vez más liviana, todo se ilumina y los colores parecen más bonitos.

¿Qué pasaría si te dijera que el apóstol Pedro, a través de sus cartas, nos escribe la receta para que podamos vivir llenos de gozo todos los días sin importar lo que suceda a nuestro alrededor? ¿Te parecería demasiado bueno para ser verdad?

Sin embargo, este es el mensaje que recorre sus cartas. El gozo del hijo de Dios es interno y no se ve afectado por lo que sucede a su alrededor. No porque no tenga compasión o empatía, sino porque el motor que lo genera no es externo sino interno. La esperanza que tenemos de vida eterna, esta esperanza viva, pone en nosotros una perspectiva de vida diferente.

Nuestra mirada está fija en la herencia que tenemos en los cielos como hijos de Dios, nada ni nadie puede destruirla. Es nuestra fe en la salvación eterna de la cual gozamos hoy y ya, y que podremos experimentar por la eternidad, lo que nos protege de las circunstancias presentes. Esta relación que tenemos con Dios Padre nos llena de alegría y nos fortalece aun cuando pasamos por momentos de pruebas y dificultades. 

Pedro nos advierte que si vivimos el evangelio y practicamos recordarnos diariamente de este regalo inmenso que Dios nos ha dado salvándonos de nuestro pecado y de la muerte espiritual, no debe sorprendernos que quienes estén a nuestro alrededor nos hagan preguntas acerca de nuestra fe y de nuestra esperanza. 

Si vivimos como discípulos de Jesús, la gente va a ver algo diferente en nosotros, la esperanza, el amor, la fe, la paz de la que gozamos, se vuelve contagiosa. Pedro nos enseña que tenemos que estar siempre listos para compartir esta buena noticia a quien nos pida la razón de la esperanza que tenemos. ¿Cómo? Con humildad y respeto. Muchas veces nuestra conducta y nuestras acciones hablan más que mil palabras. 

Reflexiona

¿Estás poniendo en práctica el recordar diariamente que eres hijo de Dios y que eres salvo por la fe gracias al sacrificio de Jesús en la cruz por ti? 

¿Hay personas a tu alrededor que están necesitando amor, gozo, paz y esperanza? 

¿Qué podrías hacer para poner en práctica esto de vivir recordándote continuamente la esperanza que tienes en Cristo?