[Serie Nuestra historia–Un repaso bíblico para católicos] Las epístolas a las iglesias y el ApocalipsisMuestra

1 y 2 Timoteo – compartir el evangelio

El avance del mensaje del evangelio corrió rápidamente por todos los rincones del imperio. Piensa que al principio muchos se reunían en casas porque no existían lugares de reunión como tenemos hoy. En muchos saludos finales de las cartas vemos que los apóstoles envían saludos a las iglesias que se reunían en la casa de este o aquel hermano en Cristo (Romanos 16:5, 1 Corintios 16:19). 

Los apóstoles pasaban algunos años instruyendo a los hermanos y muchas veces dejaban a cargo a cristianos más maduros espiritualmente que el resto de la comunidad pero que no siempre eran maduros en cuanto a la edad. En la Biblia se les denomina «ancianos u obispos» (Hechos 20:17). Este era el caso de Timoteo, un joven obispo a cargo de la iglesia en Éfeso que tiene como misión alimentar espiritualmente a una comunidad de cristianos mayores que él.

Me imagino el desafío que este joven obispo enfrentaba cada día. Estar al frente de un grupo de personas con muchísimas preguntas, dudas y cuestiones a tan joven edad, no debió ser para nada fácil. Si pensamos en el desafío que representa convertirse en padres, a la edad que fuere y ser responsables de una vida; cuánto más debe sentirse el peso al guiar a una comunidad entera en el camino cristiano.

Pablo era como un padre para Timoteo, esta carta está cargada de amor, ánimo y apoyo. Timoteo era nativo de Listra (Hechos 16:1) de madre judía y padre griego. Fue Pablo quien por primera vez le predicó el evangelio (1 Timoteo 1:2) y quien le hizo que le acompañara en sus viajes misioneros fundando iglesias. ¡Qué mejor escuela que la escuela de la vida itinerante junto al apóstol con los gentiles!

A pesar de haber recibido entrenamiento y preparación, el joven Timoteo era tímido y retraído, no gozaba de muy buena salud (1 Timoteo 5:23 habla de problemas estomacales). ¡Timoteo era un ser humano! Tenía los mismos problemas que tenemos nosotros y en este momento determinado de su vida, necesitaba apoyo, ánimo y guía. ¡Qué hermoso saber que como hermanos en la fe de Cristo podemos apoyarnos, animarnos e instruirnos los unos a los otros!

Reflexiona

¿Conoces a alguien en la comunidad de tu iglesia o parroquia que esté desanimado y necesita una palabra de aliento de tu parte? Al igual que Pablo, puedes escribirle o llamarle y hacerle saber que estás rezando por él o ella. Es de mucha ayuda saber que como hermanos en Cristo podemos brindar apoyo en los momentos de necesidad.

¿Conoces a alguien más inmaduro en la fe que necesite guía e instrucción o que esté teniendo dudas o preguntas? Quizá puedas compartir tiempo con esa persona y leer juntos la Biblia y rezar en compañía. 

Si eres tú el que necesita una palabra de aliento o consejo, te invito a que te acerques al padre de la iglesia a la que concurres y que hables con él. Sin dudas, estará dispuesto a rezar contigo.