Libre de pornografia con John BevereMuestra

 ¿Por qué quieres ser libre?

Si tu experiencia fue como la mía, estuviste expuesto a la pornografía a una edad temprana. Yo tenía 12 años cuando un amigo me mostró una revista, y me atrapó. 

Cuando fui salvo, algunas luchas se fueron inmediatamente. Dejé de vivir como un niño de fraternidad, yendo a fiestas y bebiendo en exceso. Al instante fui libre de maldecir. Pero mi lucha con la pornografía resultó más terca, incluso se extendió a los primeros dos años de matrimonio. Parecía que no importaba cuánto lo intentara, no podía ser libre. 

Luego, hice un ayuno de cuatro días y fui libre por completo. 

Perplejo, le pregunté a Dios por qué, por tanto tiempo, parecía que no podía ser libbre sin importar lo que intentara—pero entonces un día, la esclavitud finalmente se rompió. Lo que Él me mostró fue que, antes de ser libre, estaba triste por mi pecado, pero era el tipo de tristeza equivocada. 

Pablo nos dice: “La tristeza que proviene de Dios produce el arrepentimiento que lleva a la salvación, de la cual no hay que arrepentirse, mientras que la tristeza del mundo produce la muerte” (2 Corintios 7:10 NVI).  

Cuando no podía ser libre, tenía miedo a las consecuencias que podría tener en mi vida seguir luchando. No quería que se arruinara mi ministerio o matrimonio.

Llegando al momento en el que me liberé, todo cambió, comencé a entristecerme porque mi pecado estuviera laminado los corazones de quienes amaba. Esto fue un dolor piadoso—un dolor motivado no por miedo o pérdida personal, sino por el amor de Dios y otros. Y esto produjo un arrepentimiento profundo en mi corazón. 

Si estás luchando por ser libre, la primer pregunta que necesitas hacerte es: “¿Quién es el centro de mi dolor?” ¿Tienes tristeza mundana por temor a las consecuencias de tu pecado? ¿O tienes dolor piadoso impulsado por un amor genuino? 

El primer tipo de pena te mantendrá atado. El último te llevará a la libertad. 

Hoy, quiero que ores para que Dios produzca buena tristeza en ti. Pide conocerlo más íntimamente, y que puedas estar realmente afligido por cualquier pecado que se interponga en esa intimidad. Cuando tengas las motivaciones correctas, eso hará la gran diferencia.