La bendición de la cena del Señor

“Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí”.

—1 Corintios 11:25

Ningún servicio es tan maravilloso para mí como el servicio de participar en la Cena del Señor, la Sagrada Comunión. Me encantaría ver a los santos reunirse en cada reunión para recordar la muerte de Cristo, su resurrección y su ascensión. ¡Qué pensamiento que Jesús mismo instituyó este glorioso monumento para nosotros! Oh, que Dios nos permita ver que es “tan a menudo” como lo hacemos. No es semanal, ni mensual, ni trimestral, sino “tan frecuente” como lo hacemos nosotros. Qué bendito recuerdo es saber que Él quitó nuestros pecados.

Estoy seguro de que cada cristiano tiene un gran deseo de hacer algo por Jesús, y lo que Él quiere que hagamos es recordar la cruz, la tumba, la resurrección y la ascensión. El recuerdo de estos cuatro eventos siempre nos llevará a un lugar de gran bendición. Sin embargo, no necesitas vivir continuamente en la cruz, ni siquiera en el recuerdo de la cruz, pero lo que necesitas recordar acerca de la cruz es: “Consumado es” (Juan 19:30). No es necesario vivir en la tumba, solo recuerda que “ha resucitado” (Mateo 28:6) fuera de la tumba y que debemos sentarnos “con él en gloria” (Colosenses 3:4).

La institución de la Cena del Señor es uno de esos escenarios en las Escrituras, una época en la historia de nuestro Señor Jesucristo, cuando se revelaba el misterio de las glorias de Cristo. Mientras el Maestro caminaba sobre esta tierra, las multitudes se reunían con entusiasmo y anhelo en sus corazones para escuchar las palabras que caían de Sus labios llenos de gracia. Pero también hubo quienes habían perdido la visión. Vieron al Cristo, oyeron Sus palabras, pero esas maravillosas palabras fueron como cuentos ociosos para ellos.

Cuando perdemos la visión y no entramos en la plenitud del ministerio del Espíritu, hay una razón. Amados, hay una muerte en nosotros que debe tener el toque de resurrección. Hoy tenemos la verdad revelada, porque la dispensación del Espíritu Santo ha venido a desplegar la plenitud de la redención para que podamos ser revestidos de poder. Lo que nos lleva al estado en que Dios puede derramar su bendición sobre nosotros es un espíritu quebrantado y un corazón contrito (ver Salmo 51:17). Necesitamos examinarnos a nosotros mismos para ver en qué estado nos encontramos, si somos religiosos o si realmente estamos en Cristo.

El espíritu humano, cuando está perfectamente unido con el Espíritu Santo, tiene un solo lugar, y es la muerte, la muerte y la muerte más profunda. En este lugar, el espíritu humano dejará de desear tener su propio camino, y en lugar de “Mi voluntad”, el clamor del corazón será: “Que Tu voluntad, oh Señor, se haga en mí”.

Pensamiento para hoy: Jesús intercede por nosotros para mantenernos en lo correcto, santo, listo, poderoso y lleno de sí mismo para que podamos llevar la fragancia del cielo a las necesidades del mundo.