Jesús te dice: ¡sígueme!Muestra

Jesús murió en nuestro lugar

Jesús y sus doce amigos más cercanos viajaron a Jerusalén para una fiesta especial que se celebraba cada año. Una gran multitud se acercó al camino para verlo, gritando con alegría y entusiasmo. La gente amaba a Jesús y muchos creían que era esa persona especial que Dios había prometido que les salvaría. Ellos tenían razón; Jesús dijo: Yo soy el camino, la verdad y la vida.

Pues Dios amó tanto al mundo que dio a su único Hijo, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Jesús vino para que toda la gente, incluyéndote a ti, tenga vida – el tipo de vida que solo Dios puede imaginar y dar.

Jesús habló con la gente acerca de este tipo de vida – la vida verdadera, nueva vida y vida eterna – una y otra vez. Pero también habló de su muerte, diciendo que sería traicionado, que sufriría terriblemente y que lo matarían. Sin embargo, sería levantado de los muertos después de tres días. No entendieron que Jesús vino a hacer lo que no pudimos hacer por nosotros mismos. Vino a restaurar las cosas con Dios pagando el precio de nuestro pecado. Solo entonces podemos ser perdonados y vivir la vida con Dios, de la forma en que Él la planeó en la creación.

Jesús pagó por los pecados del mundo cuando murió en la cruz. Él lo hizo en el momento preciso, cuando no teníamos ninguna esperanza, ni ayuda. Pero Dios demostró su gran amor al enviar a Cristo a morir por nosotros, aun cuando éramos pecadores. ¡Jesús murió por nosotros!

La muerte de Jesús fue cruel y dolorosa. Él fue arrestado tarde en la noche por acusaciones falsas. Los guardias a cargo de él lo insultaron y lo golpearon. Al día siguiente, Jesús fue azotado con un látigo que tenía puntas de plomo. Los soldados armaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y lo vistieron con un manto púrpura. 

Después de todo eso, lo forzaron a cargar su propia cruz hacia el sitio llamado Lugar de la Calavera. Allí lo clavaron en la cruz. Después de colgar de la cruz por horas, Jesús sabía que su misión había terminado. Él dijo, «Padre, perdona a los que me están crucificando, porque no saben lo que hacen».

¿Quién haría eso? ¿Quién podría decir eso? Jesús lo hizo. Y luego de unas horas gritó, «Padre, ¡encomiendo mi espíritu en tus manos!». Y con esas palabras dio su último suspiro. Jesús fue entregado para morir por nuestros pecados. Pero la historia no termina ahí. Jesús resucitó para reconciliarnos con Dios.