Jesús te dice: ¡sígueme!Muestra

Jesús también es completamente humano

Cuando Jesús tenía 30 años, cierto día en que las multitudes se bautizaban, Jesús mismo fue bautizado. Mientras él oraba, los cielos se abrieron, y el Espíritu Santo, en forma visible, descendió sobre Él como una paloma. Y una voz dijo desde el cielo: «Tú eres mi Hijo muy amado y me das gran gozo». 

La relación entre Jesús y Dios es más cercana que cualquier otra. En Cristo habita toda la plenitud de Dios en un cuerpo humano. Es la imagen visible del Dios invisible. Cuando miramos a Jesús, vemos cómo es Dios porque Jesús es completamente Dios. Pero Jesús también es completamente humano. Él comprende nuestras debilidades y problemas porque enfrentó las mismas dificultades y tentaciones que nosotros, pero no pecó.

Un día después de su bautismo, se fue al desierto para estar solo por 40 días. Durante ese tiempo, el diablo lo tentó una y otra vez para que desobedeciera a Dios prometiéndole riquezas, fama y poder – tal como había tentado a Adán y a Eva para que desobedecieran a Dios en el jardín.

Jesús estaba cansado, solo y tenía hambre. Hubiese sido fácil ceder a las mentiras del diablo – tal como Adán y Eva lo hicieron. Pero Jesús no cedió. Él se mantuvo firme diciendo «¡No, esa no es la verdad! ¡La Palabra de Dios dice algo diferente!»

Jesús confió en su Padre y creyó que su Palabra es verdad. Él se mantuvo en obediencia a Dios y vivió para Él. ¿Quién haría algo así? ¿Quién renunciaría voluntariamente a la riqueza, fama y poder? Jesús lo hizo. Él renunció a todo al nacer, ya que aunque era Dios, no consideró que el ser igual a Dios fuera algo a lo cual aferrarse. En cambio, renunció a sus privilegios divinos y adoptó la humilde posición de un ser humano. Renunció en el desierto cuando no se jactó acerca de quién era Él, sino que luchó contra la tentación como cualquier otro ser humano.

Renunció durante toda su vida al vivir para Dios, santo, sin culpa y sin la mancha del pecado. Siempre demostró amor, compasión, bondad, amabilidad y sabiduría. A veces lo hizo de manera poderosa y milagrosa. Pero Jesús no desobedeció. Él permaneció firme al decir «¡No, esa no es la verdad! ¡La Palabra de Dios dice algo diferente!» 

Los que creen en El Hijo de Dios (Jesús) tienen vida eterna.