[Serie Hechos] Dios quiere que vueles Muestra

No se puede deletrear «fervor» sin fe 

Pastor Mario Escobedo

El milagro en Hechos capítulo doce es un recordatorio reconfortante de que Dios responde a nuestras oraciones. Cuando Pedro fue encarcelado, la iglesia se dispuso a orar fervientemente por él. Podemos inferir que esas oraciones fervientes buscaban que Dios protegiera a Pedro; o mejor aún, que lo librara milagrosamente como lo había hecho antes. Hechos capítulo cinco, narra que Pedro y los apóstoles fueron encarcelados por predicar el evangelio, pero la misma noche, un ángel del Señor abrió las puertas de la prisión y los liberó. ¡Pedro y los apóstoles ni siquiera pasaron una noche en prisión! 

Tal vez los creyentes, a los que se refiere este capítulo, esperaban una liberación inmediata de Pedro. Sin embargo, no sucedió así. Pedro pasó seis noches en la cárcel, fue encarcelado al comenzar la fiesta de los panes sin levadura y Herodes planeaba llevarlo a juicio al final de la Pascua, siete días después. Fue un tiempo devastador para la iglesia. Su líder estaba en prisión y sus fervientes oraciones, al parecer, no estaban siendo escuchadas. 

Viéndolo bien, ¿no debe Dios responder a las oraciones de su pueblo tan pronto empieza a escucharlas? Un día más y Pedro sería llevado a juicio y posteriormente ejecutado. Al parecer, Dios no estaba teniendo en cuenta que las oraciones que la iglesia hacía por Pedro tenían fecha límite. De repente, Pedro salió de prisión y llegó a la casa donde estaban reunidos. Cuando una mujer de la servidumbre anunció que él estaba en la puerta, los líderes la trataron de loca. Ni siquiera cuando lo tuvieron cara a cara creyeron que fuera él. ¡Esperen! ¿No era la liberación milagrosa de Pedro el motivo de sus fervientes oraciones? Irónicamente, cuando llegó la respuesta no estaban preparados para recibirla. ¡Así nos sucede a todos en la vida diaria! 

Por lo general oramos fervientemente, pero no con la fe necesaria. Existe una gran diferencia. La fe nos sostiene cuando las oraciones fervientes no son contestadas inmediatamente. La fe nos recuerda que descansamos en el tiempo de Dios, no en el nuestro. La fe nos impulsa a seguir orando, incluso, cuando el fervor ha disminuido. La fe nos tranquiliza porque nos permite saber que, así nuestras oraciones carezcan de fervor, Dios, por su gracia y amor, las contesta. 

Responde 

Ora fervientemente, pero añádele fe a tu fervor. Después de todo, no puedes deletrear «fervor» sin fe. La fe es el elemento vital en cada una de tus oraciones. Analiza las peticiones que le has hecho al Señor en los últimos días, ¿crees que has orado con fervor y fe?