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Día 3 — Tratar el enojo y la lujuria

Leer: Mateo 5:21–30

El enojo y la lujuria son impulsos que, si no son desviados, pueden llevar a un comportamiento destructivo y abusivo, como el asesinato y el adulterio. En esta sección del Sermón del monte, Jesús examina el significado más profundo de los mandamientos y revela su intención original. De esta manera, desafía a sus oidores a canalizar la energía de sus reacciones instintivas hacia actividades más nobles por causa del reino de Dios.

En la primera ilustración, Jesús enseña que la prohibición de asesinato implícitamente prohíbe el enojo y el lenguaje abusivo que pueden llevar a la violencia (versículos 21–22). En contraste a una ira tan encendida, el discípulo siempre debe tratar de iniciar un acuerdo. Ofreciendo ejemplos concretos, Jesús dice que los discípulos deben buscar la reconciliación sobre cualquier ofensa antes de llevar una ofrenda a Dios (versículos 23–24). De igual manera, los adversarios deben resolver sus asuntos fuera de la corte en vez de sufrir las consecuencias directas de un castigo judicial (versículo 25). De igual manera, Jesús muestra cómo el corazón de la ley se fija en las relaciones rotas que necesitan sanarse.

La segunda ilustración demuestra que la ley contra el adulterio implícitamente prohíbe la lujuria (versículos 27–28). Nuevamente Jesús muestra la relación cercana entre acciones externas y disposiciones internas. Los deseos lujuriosos y codiciar la esposa del otro son formas de cometer el adulterio en el corazón. Las hipérboles de Jesús no defienden el desmembramiento corporal, pero sí enfatizan la importancia de hacer todo lo necesario para controlar los impulsos primitivos de enojo y lujuria, que pueden encenderse fuera de control y llevar al pecado serio. 

Reflexionar: ¿De qué manera podría desear Dios cambiar mi corazón para que mi obediencia a sus mandamientos vaya más allá de los requisitos literales de la ley? 

Orar: Señor Dios, quien nos da la ley por medio de Moisés, ayúdame a entender las implicaciones más profundas de tus mandamientos para poder vivir de tal manera que me identifique como un discípulo de Jesús, tu Hijo.