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¿Realmente duele?

¿Alguna vez has visto caer a un niño pequeño, tropezando con los cordones de sus zapatos o golpearse accidentalmente la cabeza contra la pared? Hay, como consecuencia, un momento que parece estar congelado en el tiempo. ¿Va a llorar el niño? ¿Está realmente herido? Un padre a menudo anticipará la respuesta haciendo una broma o alentando a su hijo a que esté bien. A veces lloramos por el miedo al dolor y no por la experiencia en sí misma. 

Una vez que experimentamos dolor, es fácil volvernos demasiado temerosos de él. La amenaza puede permear nuestra visión del mundo. Todo podría doler. Todo puede ofenderme.

David fue un hombre que durante los momentos de miedo en su vida clamaba a Dios. Sabía cómo expresar exactamente lo que su corazón estaba sintiendo. Hay numerosos Salmos de David que fueron escritos mientras tuvo miedo o dolor. Muchas veces, temiendo por su vida, cuando tenía enemigos detrás de él. Lo hermoso de David era que conocía a Dios. Él conocía el corazón de Dios. Sabía que Dios nunca lo abandonaría, incluso cuando se sentía asustado o inseguro. Él sabía que podía clamar a Dios y que Él lo escucharía. Tenía confianza en el Señor.

Recientemente, en una reunión de personal, alguien me robó el crédito por algo que yo había hecho. ¡Sufrí en silencio, mi piel hervía y quería gritar que merecía ser reconocido! En el camino a casa, mientras estaba echando humo, me pregunté: «¿esto realmente duele?» ¿La ofensa realmente me causó dolor? ¿O estaba actuando como un niño que llora ante una experiencia desagradable que "simplemente me asustó"?

Nuestra perspectiva a menudo inventa ofensas. Queremos justificar nuestra forma de pensar, ansiosos por culpar a otros por nuestro dolor, insatisfacción o ineptitud. ¿Realmente me dolió la reunión del personal? No. Realmente no importaba. Nadie (aparte de mí) estaba pensando en quién obtuvo el crédito o incluso en qué era lo bueno. Realmente no importa en absoluto. Simplemente me asustó.

Reconocer lo que realmente duele es de vital importancia. Tenemos que ser capaces de llamar honestamente al dolor por su nombre cuando golpea, como lo hizo David. Pero debemos ser igualmente capaces de ver cuando es solo la amenaza de dolor lo que nos atemoriza en la ofensa, en la tristeza o en la ira. No estoy hablando de encubrir el dolor verdadero. Estoy hablando de no adoptar el dolor imaginado. La vida ya es bastante difícil con mi inseguridad acumulándose. Debo ser capaz de preguntarme: «¿Esto realmente duele?» y tener el coraje de responder.

Para obtener más de este plan, lee el libro Globos amarillos de Tim Dunn. Puedes descargarlo desde   http://www.yellowballoons.net/   en el área de Descargas usando el código de acceso: Grace