Esperanza inconmovibleMuestra
Dios te comprende
Tú y yo tenemos mucho en común. Hemos tropezado en la vida en cuanto a la moralidad, la sinceridad, la integridad. Hemos hecho las cosas lo mejor que hemos podido, solo para terminar tropezando y cayendo. Nuestros mejores esfuerzos nos han dejado tirados a la larga en el suelo. Tenemos un corazón quebrantado, un espíritu agotado y una visión cada vez más débil. La distancia entre el lugar donde estamos y el lugar donde queremos estar es imposible de salvar.
Entonces, ¿qué hacemos? ¿A quién acudimos? Te sugiero que acudamos a una de las promesas más hermosas: «Porque no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades» (Hebreos 4:15).
Dios se hizo carne en la persona de Jesucristo. Fue concebido de manera milagrosa, aunque nació de manera natural. Nació… pero nació de una mujer virgen. Si Jesús se hubiera limitado a descender a la tierra bajo la forma de un ser poderoso, es posible que lo respetaras, pero que nunca te le quisieras acercar. Al fin y al cabo, ¿cómo podría comprender Dios lo que significa ser humano?
Por otra parte, si Jesús hubiera sido concebido de manera biológica, con padre y madre terrenales, tú te le acercarías, pero no lo querrías adorar. Al fin y al cabo, Él no sería diferente a ti ni a mí. En cambio, si Jesús es ambas cosas, Dios y hombre a un tiempo, entonces tendrías lo mejor de ambos mundos. Ni su humanidad ni su divinidad se hallan en riesgo. Él es plenamente humano. Es plenamente divino. A causa de lo primero, nos acercamos a Él. A causa de lo segundo, lo adoramos.
¿Importa esta promesa? Importa, si alguna vez te has preguntado si Dios te comprende o te escucha. El que escucha tus oraciones, comprende tu dolor. Él nunca se encoge de hombros, ni se burla, o desestima las luchas físicas. Él tiene un cuerpo humano. Él te comprende.
Jesús es tan humano, que puede tocar a las personas. Tan poderoso, que las puede sanar. Tan humano, que habla con un acento peculiar. Tan celestial, que habla con autoridad. Tan humano que pudo pasar entre los demás sin ser notado durante treinta años. Tan poderoso, que pudo cambiar la historia y no ser olvidado durante dos mil años. Todo hombre. Y sin embargo, todo Dios.
Ahora bien, si Jesús nunca pecó, ¿cómo pudo comprender el pecado en toda su fuerza? Sencillo. Lo sintió más que nosotros. Nosotros cedemos ante él… pero Jesús nunca cedió. Él no merecía pasar la vergüenza, pero la sintió. Él no merecía sufrir la humillación, pero la experimentó. Él nunca había pecado, pero fue tratado como un pecador. Se convirtió en pecado. Toda la culpa, todo el remordimiento y toda la vergüenza… Jesús lo entiende todo.
Jesús es el único que te puede ayudar con tu pecado. Permíteselo, ¿por qué no? Tú no puedes salir adelante por tu cuenta. Jesús tiene la fortaleza que tú no tienes. Al fin y al cabo, Él es tu sumo sacerdote, capaz y dispuesto a ayudarte en tus momentos de necesidad. Por eso, permite que Él haga lo que vino a hacer.
Tu respuesta
¿Qué significa para ti saber que Jesús experimentó todos los desafíos por los que tú pasas en tu vida? ¿Con cuáles de las experiencias humanas a las que se enfrentó Jesús te identificas mejor?
Por ser tu sumo sacerdote, Jesús actúa en tu nombre. ¿Qué significa tener a Jesús como abogado y ayudador tuyo? ¿Qué significa enfrentarte a los desafíos con su ayuda?
¿Qué impacto ha causado en tu vida el hecho de saber que Jesús te ha liberado del pecado? ¿Cómo te da tu propia experiencia compasión hacia otros que se hallan cargados bajo el peso del pecado?
Escrituras
Acerca de este Plan
Este plan de lectura comprende cinco devociones diarias basadas en el libro Esperanza inconmovible, de Max Lucado . Durante este estudio vas a analizar las promesas clave de Dios que se encuentran en la Biblia, y aprender de qué forma esas promesas te ofrecen una esperanza inquebrantable para tu alma.
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Nos gustaría agradecer a Max Lucado y Grupo Nelson por brindar este plan. Para obtener más información, visite: https://www.amazon.com/dp/1418598852/