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Corazón

Sino aprendemos como llevar nuestros corazones delante de Dios y examinar honestamente lo que realmente sucede en nuestro interior, nos cerraremos unos a otros y a Dios. Dejáremos de amarnos. Uno de los mayores desafíos de la Iglesia en Estados Unidos hoy en día es que no prestamos atención a nuestros corazones. A menudo nos contentamos con seguir adelante con una teología buena y sólida sin prestar atención a la condición de los corazones. En consecuencia, vivimos aislados con heridas supurantes.

No somos personas de afuera hacia adentro sino de adentro hacia afuera. Cuando sentimos que algo anda mal con nosotros, la mayoría trata de solucionar el problema haciendo. Cambiamos nuestro horario. Nos decimos a nosotros mismos que vamos a comer mejor, hacer más ejercicio, o pasar menos tiempo en nuestros teléfonos. Pero el problema no es ninguna de estas cosas, el problema son nuestros corazones. Están enfermos y necesitan la ayuda de Dios. No podemos cambiar nuestros corazones a través de la modificación del comportamiento; necesitamos transformación del corazón.

Es imposible tener un corazón limpio sin la transformación del Evangelio. Dios debe venir a nosotros y hacernos nuevos. Necesitamos examinar nuestros corazones e invitar al Espíritu Santo a continuar transformándonos. El Evangelio no es solo para el momento en el que creemos. Necesitamos el Evangelio en cada momento de nuestras vidas. Nuestros corazones son renovados por el Espíritu Santo en el momento en que creemos; a medida que buscamos al Espíritu día a día. 

Si no disminuyes la velocidad y dices: “Dios, obra en mi corazón; revela lo que estoy creyendo; revela lo que estoy pensando; revela lo que quiero; revela lo que me falta", continuarás huyendo de tu corazón. Sin embargo, tu corazón está impulsando todo lo que haces. Si continúa sin examinarse, perderás la vida persiguiendo cosas que ni siquiera entiendes. Estarás cansado. Tu alma se agotará.