La ley del reino: amar al prójimoMuestra

Jesús enseña las leyes del reino

Cuando un fariseo cuestiona a Jesús en las cosas básicas de la ley, Jesús le responde no solamente lo que él quería escuchar, sino algo que ese fariseo no vivía; porque este hombre religioso, que conocía los mandamientos de memoria, no conocía esta ley del reino: amar al prójimo, porque si él hubiera conocido esta ley, simplemente no se hubiera acercado para tratar de tender una trampa a alguien como Jesús. 

Este hombre vivía una religión externa, como mucha gente hoy en día; muchas personas viven una religión externa, de apariencia, de nombre, de pertenecer a un grupo, una congregación, de tratar de presentarse y tener cierto comportamiento; a la gente religiosa le gusta ser conocida por sus grandes niveles de moralidad. 

Lo que hizo Jesús al decir que el segundo mandamiento era igual que el primero, fue declarar su condición, ¿por qué?, porque en el tiempo de Jesús, lo que hacía la religión principal del judaísmo, era tratar de presentar a los que participaban de esta religión como personas «muy santas»; se jactaban de su santidad, se jactaban de su comportamiento bueno; entonces eran tan santos que no compartían con personas con ideas diferentes, porque consideraban que se contaminaban; no compartían con personas que no eran de su nación; no compartían de eventos en donde se les pudiera juzgar por estar participando. En consecuencia estas personas religiosas gustaban mucho decir a los demás, que eran pecadores, que estaban apartados de Dios, que no merecían a Dios, y cómo ellos lo merecían porque sí eran «personas muy santas»; los demás, aquellos que no vivían según sus normas, no merecían el favor de Dios, y se encargaban de recordar a la gente que estaban en condenación y no merecían la bendición de Dios. 

Cualquier parecido de esa religión con cualquier religión presente, no es coincidencia, es un patrón de operación. La religión siempre opera de la misma manera. La religión es la misma, le cambian el nombre, pero, siempre presentan a personas que se creen muy «santas» y que juzgan a otros que no creen exactamente igual que ellos. Hay muchos religiosos de todo tipo, evangélicos, católicos, protestantes o como se les quiera llamar, de diferentes denominaciones, que nunca participarían de ciertas celebraciones o fiestas, que nunca asistirían a eventos de familiares, porque piensan que participar con su familia de ciertos eventos los hace menos «santos», y tienen mucho cuidado de lo que la gente puede decir acerca de ellos.