Enriquecidos en CristoMuestra

La gracia de Dios dada por medio de Cristo

Pablo, enfatiza que la posición y dones de los corintos fueron por la gracia de Dios a través de la obra perfecta y terminada de Cristo y no por el mérito personal de ellos. Este era el enfoque necesario para terminar con el orgullo espiritual que se propagaba en la iglesia en Corinto, que era alimentado al tener líderes dotados de dones. Todos los creyentes fluían en dones espirituales. Sus conocimientos intelectuales provenían de la cultura griega, y en cuanto a su estatus social, siendo que Corinto era una provincia de dominio y cultura romana, muchos creyentes judíos allí poseían doble ciudadanía.

Gracia, charis, es una palabra importante en el Nuevo Testamento, especialmente en las epístolas de Pablo. El entendimiento de charis en el Nuevo Testamento tiene raíces en la palabra hebrea hesed, que se usa en el Antiguo Testamento para hablar del amor, el cariño, la merced, y la lealtad de Dios.

Los griegos, a menudo utilizaban la palabra charis para referirse a un patrocinio (el apoyo de un patrón, económico o político). Para ellos, esta palabra conllevaba generosidad, una generosidad que exige lealtad por parte del que la recibe. Es fácil comprender, por lo tanto, la razón por la cual, Pablo adaptó charis al Evangelio. Charis en el nuevo pacto es el don inefable de la salvación dado por Dios a todos sus elegidos por medio de Jesucristo. En consecuencia, Dios es el patrón, el benefactor. Igual que nosotros nunca podríamos pagar a una persona que nos dejara una herencia de tamaño inimaginable, tampoco podemos pagar a Dios por el don de la salvación. Sin embargo, si un patrón nos diera una riqueza incalculable, seríamos fieles a ese patrón, usando el dinero de manera consistente con sus deseos o valores. Así también, cuánto más los salvados podemos ser fieles a Dios quien nos dio la salvación, viviendo según su voluntad.

Unido a esto, no podemos relacionar la gracia de Dios, solamente con la salvación, pues la gracia de Dios conferida en Cristo abarca mucho más que eso, incluye todo lo que somos, lo que tenemos y lo que podemos hacer en Cristo, por causa de su propósito eterno. Esta gracia incluyente, envuelve nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro. La manifestación de la gracia de Dios, debería ser una experiencia continua en nuestras vidas.