Llenos de las riquezas en CristoMuestra
¿A quién se dirige la oración en alabanza?
En tercer lugar, consideremos a quién se dirige la alabanza. Esta doxología se dirige al «Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo». En épocas pasadas, Dios se hacía llamar Dios de Abraham o Dios de Israel, a fin de diferenciarse de los dioses ficticios de los paganos. Pero habiéndose manifestado en su propio Hijo, ya no quiere otra cosa sino ser conocido en el Hijo.
Por eso, los que forman sus ideas acerca de Dios solo a partir de una majestad desnuda aparte de Cristo, han formado una deidad individual, en lugar del verdadero Dios, como es el caso de los judíos y los musulmanes. Entonces, todo aquel que quiere conocer realmente al único y verdadero Dios, tiene que considerarlo como el Padre de Cristo; ya que una de las tareas primordiales del Cristo Encarnado fue revelarnos al Padre y uno los mayores deleites del Padre es revelarnos al Hijo.
Además, el Salmo 72 ya anticipaba: «Que en su nombre las naciones se bendigan unas a otras; que todas ellas lo proclamen dichoso». Después, el salmista, prorrumpe en adoración: «Bendito sea Dios el Señor, el Dios de Israel, el único que hace obras portentosas». Esa era la forma de doxología usada en el Antiguo Testamento, pero la doxología del Nuevo Testamento, se construye siguiendo la forma en que Dios se ha revelado en la persona de Jesucristo: «El que se niega a honrar al Hijo no honra al Padre que lo envió».
Dios el Padre, no se ve aquí en forma absoluta, sino relativa, es decir, como el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. Y a nuestro Señor, se le contempla en su carácter de mediador, esto es, como el Hijo eterno revestido de nuestra naturaleza humana. Como tal, el Padre lo designó y envió a cumplir su misión redentora.
En esa capacidad y oficio, el Señor Jesús honró y sirvió al Padre como a su Dios y Padre. Desde el comienzo, estuvo ocupado en los negocios de su Padre, haciendo siempre lo que agradaba a sus ojos. En todas las cosas se regía por la Palabra de Dios. Él era su «porción», su «Dios», su «todo». Cristo se sometió al Padre, por eso, Dios es cabeza de Cristo y lo dio como cabeza a la iglesia. También en lo que respecta al pacto, fue y es el Dios y Padre de Cristo, y no solamente mientras Cristo estuvo aquí en la tierra, sino ahora también, al estar en el cielo.
Acerca de este Plan
Definitivamente las riquezas escondidas en esta oración apostólica, son un extraordinario ingrediente, para sustentar la base y práctica de nuestra comunión con Dios. Ellas nos llevan a experimentar un nivel de fe y clamor nunca antes disfrutado, que la capacidad que Dios nos da para aprender estas verdades y nuestra decisión de aprehender sus enseñanzas, se conviertan en nuestra decisión de emprender cambios sustanciales en nuestro llamamiento celestial.
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Nos gustaría agradecer a Basilio Patiño en colaboración con El Centro Network por facilitarnos este plan. Para obtener más información, por favor visítenos en: www.redrema.org www.elcentronetwork.com