Antiguo y NuevoMuestra
Ahora, Cristo es nuestro gran Sumo Sacerdote
Usted y yo somos pecadores, con necesidades tan grandes como las de todos los de la época del Antiguo Testamento; no somos más capaces que ellos para cerrar la brecha que hay entre nosotros y Dios. Pero la necesidad de sacerdotes humanos desapareció con la llegada del Gran Sumo Sacerdote, Jesucristo; su gran obra en el Calvario ofreció el único sacrificio. No se necesitan más.
“Ciertamente, todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados. Pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios” (Hebreos 10:11,12).
Por la unión de Dios y el hombre en sí mismo, Cristo sigue siendo nuestro Sacerdote ahora y para siempre; sigue siendo el mediador entre el Dios santo y los pecadores, nos da ese puente tan importante entre la tierra y el cielo. Sigue intercediendo por nosotros, recordándole a su Padre que ya no hay condenación para los que creen en él. Le sigue dando a usted la seguridad de que todas sus oraciones son recibidas, escuchadas y respondidas en el mismo trono de Dios.
Y sepa esto: él invita a todos los creyentes a que se consideren como sacerdotes asistentes suyos, que le llevan la misericordia de Dios a la vida de personas atribuladas y temerosas. Ahora, Cristo es nuestro gran Sumo Sacerdote
Usted y yo somos pecadores, con necesidades tan grandes como las de todos los de la época del Antiguo Testamento; no somos más capaces que ellos para cerrar la brecha que hay entre nosotros y Dios. Pero la necesidad de sacerdotes humanos desapareció con la llegada del Gran Sumo Sacerdote, Jesucristo; su gran obra en el Calvario ofreció el único sacrificio. No se necesitan más.
“Ciertamente, todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados. Pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios” (Hebreos 10:11,12).
Por la unión de Dios y el hombre en sí mismo, Cristo sigue siendo nuestro Sacerdote ahora y para siempre; sigue siendo el mediador entre el Dios santo y los pecadores, nos da ese puente tan importante entre la tierra y el cielo. Sigue intercediendo por nosotros, recordándole a su Padre que ya no hay condenación para los que creen en él. Le sigue dando a usted la seguridad de que todas sus oraciones son recibidas, escuchadas y respondidas en el mismo trono de Dios.
Y sepa esto: él invita a todos los creyentes a que se consideren como sacerdotes asistentes suyos, que le llevan la misericordia de Dios a la vida de personas atribuladas y temerosas.
Usted y yo somos pecadores, con necesidades tan grandes como las de todos los de la época del Antiguo Testamento; no somos más capaces que ellos para cerrar la brecha que hay entre nosotros y Dios. Pero la necesidad de sacerdotes humanos desapareció con la llegada del Gran Sumo Sacerdote, Jesucristo; su gran obra en el Calvario ofreció el único sacrificio. No se necesitan más.
“Ciertamente, todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados. Pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios” (Hebreos 10:11,12).
Por la unión de Dios y el hombre en sí mismo, Cristo sigue siendo nuestro Sacerdote ahora y para siempre; sigue siendo el mediador entre el Dios santo y los pecadores, nos da ese puente tan importante entre la tierra y el cielo. Sigue intercediendo por nosotros, recordándole a su Padre que ya no hay condenación para los que creen en él. Le sigue dando a usted la seguridad de que todas sus oraciones son recibidas, escuchadas y respondidas en el mismo trono de Dios.
Y sepa esto: él invita a todos los creyentes a que se consideren como sacerdotes asistentes suyos, que le llevan la misericordia de Dios a la vida de personas atribuladas y temerosas. Ahora, Cristo es nuestro gran Sumo Sacerdote
Usted y yo somos pecadores, con necesidades tan grandes como las de todos los de la época del Antiguo Testamento; no somos más capaces que ellos para cerrar la brecha que hay entre nosotros y Dios. Pero la necesidad de sacerdotes humanos desapareció con la llegada del Gran Sumo Sacerdote, Jesucristo; su gran obra en el Calvario ofreció el único sacrificio. No se necesitan más.
“Ciertamente, todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados. Pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios” (Hebreos 10:11,12).
Por la unión de Dios y el hombre en sí mismo, Cristo sigue siendo nuestro Sacerdote ahora y para siempre; sigue siendo el mediador entre el Dios santo y los pecadores, nos da ese puente tan importante entre la tierra y el cielo. Sigue intercediendo por nosotros, recordándole a su Padre que ya no hay condenación para los que creen en él. Le sigue dando a usted la seguridad de que todas sus oraciones son recibidas, escuchadas y respondidas en el mismo trono de Dios.
Y sepa esto: él invita a todos los creyentes a que se consideren como sacerdotes asistentes suyos, que le llevan la misericordia de Dios a la vida de personas atribuladas y temerosas.
Escrituras
Acerca de este Plan
Este plan de lectura le ayudará a apreciar la presencia de Dios en los milenios pasados y le ayudará a entender cómo hoy en día se relaciona usted con los planes de él.
More
Nos gustaría agradecer a Tiempo de Gracia por proveer este plan. Para más información, por favor visite: www.timeofgrace.org